Verdad, reto y un beso inesperado

♡Capítulo 2♡

Los ojos de Matteo brillaron con un destello travieso, y su sonrisa adquirió una nueva expresión. Algo tramaba, eso estaba claro. Aunque no lo decía en voz alta, su rostro lo delataba.

—Bien —dijo con suavidad, con una mirada que combinaba confianza y expectación—. Ve y toma unas almohadas y ponlas en el suelo.

Carina, que estaba sentada en la cama con las piernas cruzadas, lo miró con sospecha.

—Se supone que me digas primero cuál es el reto —replicó, frunciendo el ceño.

Una risa ligera escapó de los labios de Matteo. Esa sonrisa suya, ladeada y juguetona, le daba un aire de picardía que a Carina siempre le parecía peligrosa. Llevó su vaso a los labios y bebió un sorbo pausado, como si estuviera disfrutando de verla intrigada.

—Te lo diré cuando lo tengas todo listo, Carina —respondió con diversión en su voz.

Ella bufó y, con algo de resignación, se puso de pie. Su figura regordeta se movía con naturalidad mientras reunía un par de cojines gruesos y los acomodaba en el suelo sin demasiada delicadeza. Matteo se acercó con su andar relajado, con las manos en los bolsillos, observando con detenimiento la disposición de las almohadas, aunque en realidad no le importaba en lo más mínimo.

—Ya está —dijo ella, girándose para mirarlo.

Él sonrió.

—Bien. Ahora túmbate.

Carina arqueó una ceja, desconfiada.

—¿Por qué tengo la sensación de que tramas algo?

—No lo es. Solo hazlo.

Con una mirada llena de escepticismo, se dejó caer sobre las almohadas con cierto recelo. Su cuerpo blando se acomodó en ellas mientras su cabello lacio oscuro se desparramaba sobre la tela. Matteo sonrió de nuevo, con ese brillo malicioso en los ojos, y bajó la mirada hacia ella. Por un momento no dijo nada, limitándose a observarla con detenimiento.

—¿Y ahora qué? —preguntó Carina con cautela.

—Ahora… —Matteo se inclinó y, antes de que ella pudiera reaccionar, se posicionó sobre su cuerpo, apoyándose en sus brazos para no dejar caer todo su peso sobre ella.

Sus cuerpos quedaron separados apenas por unos centímetros. Carina sintió cómo su respiración se detenía por un segundo. Su piel se erizó al instante.

—¿Q-qué haces? —su voz sonó un poco más aguda de lo que le habría gustado.

Matteo la observó con una sonrisa, pero su propia garganta se sentía algo seca. Nunca había estado tan cerca de Carina de esta forma. Suavemente, llevó una mano a su mejilla y la acarició con el pulgar.

—Simplemente cumpliendo con el reto.

Carina parpadeó, sintiendo el calor que subía por su cuello y se extendía a sus mejillas.

—¿Y cuál es ese? —murmuró, intentando ignorar lo acelerado que tenía el corazón.

Matteo soltó una risa baja. Sus ojos oscuros brillaban con diversión, pero había algo más ahí, algo que hacía que su propio pecho se sintiera extraño.

—¿De verdad no adivinas?

—Matteo… —lo regañó ella con un tono que pretendía ser firme, pero que sonó más tembloroso de lo esperado.

—Vamos, Carina —susurró él, inclinándose más. Sus narices casi se tocaban, sus respiraciones se mezclaban en el aire.

El corazón de Carina latía con tanta fuerza que temió que él pudiera oírlo.

—Te lo diré solo si me lo pides bien —dijo él, con voz traviesa.

Ella entrecerró los ojos, molesta.

—Por favor —dijo con una mueca.

Matteo sonrió aún más.

—Por favor, ¿qué?

—¿Es en serio? —Carina bufó, sintiendo su frustración crecer.

Él inclinó la cabeza con diversión.

—Dilo bien.

—Por favor, dime cuál es el reto —pidió con los labios apretados.

Matteo no se movió ni un centímetro. Sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y algo más.

—Bien, pero quiero oírte decir “por favor” otra vez…

—¡Matteo! —exclamó ella, indignada.

Su risa fue baja, pero genuina.

—Vamos, Carina —susurró—. No tan fuerte. Pídelo bien y te lo diré.

Ella resopló y, sin pensarlo demasiado, tomó una almohada y se la estampó en el estómago.

—¡Eres un idiota! No sabes jugar verdad o reto.

Matteo dejó escapar una carcajada, frotándose donde había recibido el golpe.

—No sabía que fueras tan violenta, ¿eh? —dijo, aún riendo.

Carina lo miró con el ceño fruncido, todavía sintiendo el rubor en sus mejillas.

—¡Dime el reto de una vez!

Matteo la observó por unos segundos, con la sonrisa aún en los labios. Su mano todavía descansaba en su mejilla, con el pulgar rozando su piel en una caricia distraída.

—Te lo diré… Pero antes necesito que hagas algo por mí.

Antes de que pudiera replicar, él la empujó con suavidad, lo suficiente para voltearlos. Carina dejó escapar un pequeño grito ahogado cuando, de repente, se encontró sobre Matteo, con las piernas a cada lado de su cintura. Él la miró con los labios entreabiertos, como si la realidad de la posición en la que estaban acabara de golpearlo.

—Ya dime el reto —ordenó ella, pero su voz no sonaba tan firme como le hubiera gustado.

Matteo la miró fijamente. Su respiración era un poco más profunda de lo normal.

—Te lo diré con una condición.

Carina frunció el ceño.

—Sin condiciones.

—Solo una.

—Matteo…

Él se humedeció los labios, bajando la mirada un segundo antes de volver a verla.

—Quiero que me des un beso.

Carina sintió que la habitación se volvía más pequeña.

—¿Qué? —murmuró.

Matteo tragó saliva.

—Un beso —repitió—. Pero yo elijo el lugar.

Los ojos de Carina se entrecerraron con sospecha.

—Bien… ¿Dónde?

Él tardó un momento en responder.

—En el cuello.

Ella se tensó.

—¿En el cuello?

Matteo sonrió, aunque se notaba que él también estaba nervioso.

—Sí.

Carina lo miró fijamente.

—¿Por qué ahí?




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