Verdadero amor

Capítulo |3|Inye Lewis, la más hermosa del medio.

Inye esbozó una sonrisa tensa, pero estaba sorprendida porque al parecer no había sido reconocida.

Mejor así, pensó para sí, al tiempo que carraspeaba y hacía otro intento de zafarse, obteniendo el mismo resultado.

Nada.

—Responda. Aunque por su manera de comportarse, deduzco que fue usted quien me atropelló, ¿no es así?

Su mirada intensa provocó que Inye sintiera sus cachetes quemar, pero no de la buena manera, sino porque sintió por primera vez vergüenza.

—Tranquilo, no se altere joven, yo... —ya no pudo completar la frase, ya que la puerta se abrió tan estrepitosamente que le hizo respingar y emitir un jadeo silencioso. Por ella entró Margoth junto a un hombre de bata.

¡Diablos!, el médico. Gimió dolorosa interiormente, pero a medida que avanzaba el tiempo, las cosas se complicaron más. 

¿Qué más tiene que pasarme? Se preguntó. 

—Si, doctor. Una completa desgracias. Pobrecitos. Revíselo, por favor. —suplicó Margoth, señalando al hombre a un costado de la muchacha guapa—. Es ella, doctor. Mire, a la pobre aún sigue vestida de novia. Ah, qué locura —se lamentó Margoth, negando con su cabeza a la par que se frotaba el rostro.

Inye miró con disimulo al hombre que, con su rostro serio la miraba molesto. Ella imaginó que seguramente tenía deseos de matarla. 

Somos dos, joven, créalo que yo también quiero matarme. Pensó, atendiendo al médico la llamaba.

—Señorita, buenas tardes. La señora me comentó lo sucedido. Permítame revisar a su novio y corroborar su estado de salud. Pero tranquila que haremos todo lo posible para que se recupere.

Inye asintió lentamente, está vez sí alejando su mano y observando con horror como el médico se acercaba hasta aquel hombre para empezar a revisar sus ojos, luego lo hizo con su cabeza vendada y mientras hacía aquello, lo interrogaba. 

—¿Es consciente de lo que le sucedió, señor? ¿Sabe qué día es hoy, la fecha y su nombre, señor? 

Inye antes de que el hombre hablara, se le acercó y se arrojó al pecho del hombre, donde nuevamente derramó lágrimas, sin embargo, aquello no funcionó porque el hombre la apartó con brusquedad.

¡Idiota!

—Sí a todas sus preguntas, doctor. Claro que sé todo y más de lo que me gustaría saber diría yo. —respondió Aarón, mirando su hombro enyesado y tocando su cabeza dolorida—. Estoy bien en lo que cabe.

—¿Reconoce a estas mujeres?

La interrogación de médico alertó a Inye, acto que provocó que ella cubriera la boca del hombre, aparentando acariciarlo 

—Pastelito, no te preocupes de que estaré contigo. No hables. No quiero que te esfuerces —se apresuró a tomar su rostro para que la mirara y por ende la identificara. Así aunque tenga que pagarle un cheque con muchos ceros, era mejor a que la gente se enterara de que ella atropelló a un hombre—. Por favor —pidió suplicante.

—Señorita, debo interrogarlo para saber cuánto fue el daño de la contusión. 

La voz del médico le hizo maldecir entre dientes al tiempo que giraba su rostro para mirar al galeno.

—Pero doctor, él está delicado. No debe ser bueno insistir sobre el tema. —siseó aún con sus manos en el rostro masculino, para añadir—. ¿No es así, cariño?

—Insisto, señorita, debemos saber cuáles fueron los daños causados por el accidente.

¡Y seguía el médico con su terquedad de revisarlo!

Inye sintió sus manos temblar en el rostro del hombre de la rabia, advirtiendo que su víctima notó aquello porque después de tensar su mandíbula, añadió.

—Oh, cariño. Ya te recuerdo. —pronunció con esfuerzo Aarón, no deseando alargar más esta patética escena—. Doctor, muchas gracias por su preocupación, pero ya me siento mejor. Perdón por tantas molestias —apartó las manos de la mujer de su rostro, para seguidamente sostenerlas entre la suya que estaba libre—. ¿Podrían por favor dejarme a solas con... mi... ella?

—Ah, que alivio. —interrumpió Margoth, acercándose hasta donde el muchacho—. De verdad que nos hiciste preocupar, pero que bueno que ya estés mejor —golpeó con suavidad su vientre—. Oh, músculos —se avergonzó, cubriendo su boca—. Ahora sí creo que es hora de marcharme, pero mañana vendré a visitarlos. Yo los apoyo en su amor, muchachos —se despidió con una sonrisa, para seguidamente salir de la habitación.

Tanto Inye como Aarón, miraron al galeno en silencio, acto que hizo que este carraspeara y asintiera.

—Bueno, dado los hechos y que usted ya se encuentra mejor, creo que es hora de marcharme. Si siente nuevamente que los recuerdos se le van, por favor, no sienta temor en llamarme. De todas maneras, mañana le haré unos exámenes para comprobar su estado de salud.

Comunicó el médico, dándoles una última mirada antes de imitar a la señora que lo había llamado y marcharse.

—Es hora de hablar y decirme qué fue lo que sucedió y los motivos del por qué me encuentro aquí. La escucho. Hable ahora —demandó Aarón, haciendo una mueca por el dolor en su brazo al mover su cuerpo—, estoy esperando. 




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