Mi mente no era nada. Mi cuerpo solo respondía al ritmo de una canción que luchaba por entender. Misma que me mantuvo envuelta unos largos y espesos segundos. La brisa de la tarde esparcía mi cabello en el aire. Solo caminaba con tal tranquilidad.
Pero una voz en mi cabeza me tomó de la mano y me llamó. Ya no sabía dónde estaba, ni cómo me sentía. Registraba todas y cada una de mis especulaciones alrededor de mi cuerpo.
Colores, modelos, chispas y líneas numéricas me estallaban al lado.
Me mantuve quieta durante un momento donde no supe qué podía pensar en realidad. No sabía si mis hipótesis eran correctas, o eran mis deseos orillándome a terribles cavilaciones.
Al final, al inicio o a la mitad, entendí que mañana ya era hoy.
Que el pasado gozaba de un valor tácito del que todavía me costaba alejarme.