VERDADES ENTRE SOMBRAS
Dedicado a: Juliana Valentina Fierro Bernal
“Para ti, Porque cada palabra en este libro es un reflejo del amor que nunca dejó de existir.”
Entre Fe y Amor
"Para la chica que cambió mi vida, la que me enseñó a amar y también la que me enseñó a perder."
Carta a Juliana
Mi amada: No sé si algún día leerás estas palabras, pero necesito escribirlas. Porque si las guardo dentro de mí, terminarán consumiéndome.
Te escribo sin saber si aún me recuerdas con cariño o si en tu corazón solo quedó el eco de la decepción. Pero si hay algo que quiero que sepas, es que nunca, ni un solo día, dejé de amarte.
Desde la primera vez que te vi, cuando un simple golpe de balón nos unió, supe que mi vida cambiaría. Eras luz en mi oscuridad, calma en mi tormenta, el sueño que nunca pensé alcanzar.
A tu lado aprendí lo que era la verdadera felicidad. Cada risa, cada conversación, cada momento contigo era un regalo que atesoraba en lo más profundo de mi alma. Y aunque el tiempo nos separó, aunque los errores y el dolor se interpusieron entre nosotros, mi amor por ti nunca cambió.
Me duele haber sido la razón de tus lágrimas, y aunque intenté protegerte alejándome, sé que solo logré herirte más. No puedo retroceder el tiempo ni borrar lo que pasó, pero si pudiera, lo haría sin dudarlo.
Hoy solo me queda escribirte, dejar mi corazón en estas palabras y esperar que algún día puedas ver más allá de los errores. No te pido que me perdones, ni que vuelvas a mí si tu corazón ya encontró otro rumbo. Solo quiero que sepas que siempre fuiste y serás lo más hermoso que me pasó en la vida.
Si algún día decides buscarme, estaré en el mismo lugar donde todo comenzó…
Con amor eterno,
Sebastián
Capítulo 1: Un Encuentro Inesperado
Era una tarde soleada de domingo cuando la iglesia Santa María madre de Jesús se llenó de fieles que asistían a la misa de las seis. En el patio trasero del templo, un grupo de jóvenes jugaba voleibol mientras esperaban a que la ceremonia terminara. Entre ellos estaba Sebastián, un chico de diecisiete años, delgado y con una sonrisa que inspiraba confianza.
Del otro lado de la cera, sentada en una banca con un libro entre las manos, estaba juliana. era de esas personas que encontraban consuelo en las palabras escritas. Mientras Sebastián jugaba un balón de fútbol, perdido en un tiro fallido, lo golpeó suavemente en el rostro, sacándolo de su concentración.
—¡Lo siento! —exclamó Juliana mientras corría hacia el Sebastián levantó la vista y vio a la chica de cabello oscuro y ojos profundos acercarse con una expresión de sincera preocupación.
—No fue nada —respondió el con una sonrisa tímida, devolviéndole el balón.
—Gracias. Soy Sebastián, por cierto dijo él, esperando que ella le respondiera.
Juliana
Aquel breve intercambio marcó el inicio de algo inesperado. Durante las siguientes semanas, comenzaron a coincidir en la iglesia y poco a poco intercambiaron más que simples saludos. Primero fueron pequeñas charlas sobre el clima, luego conversaciones sobre libros, música y sueños. Pronto, cada domingo se convirtió en un momento especial en el que ambos encontraban un refugio en la compañía del otro.
Capítulo 2: Tejiendo una Amistad
El domingo siguiente, Sebastián llegó más temprano de lo habitual a la iglesia. Había estado pensando en Juli toda la semana y tenía curiosidad por volver a verla. Se sorprendió al encontrarla sentada en la misma banca, absorta en un nuevo libro
—Hola, Juliana —saludó con una sonrisa.
Ella levantó la mirada y le devolvió la sonrisa
Juliana miró la portada de su libro y se la mostró.
—“El principito”. Es una historia hermosa.
—He oído hablar de él, pero nunca lo he leído.
—Deberías hacerlo —dijo juliana con entusiasmo—. Habla sobre la importancia de ver con el corazón y no solo con los ojos.
Aquel comentario quedó grabado en la mente de Sebastián. Sin darse cuenta, había empezado a interesarse no solo en lo que juliana le decía, sino en la forma en que lo hacía. Durante las semanas siguientes, sus conversaciones se hicieron más profundas. Se contaban sobre sus familias, sus sueños y sus miedos. Juliana quería tener su hacienda de caballos y sebas soñaba con viajar y conocer el mundo.
Los domingos se convirtieron en su día favorito de la semana, no por la misa ni por el fútbol, sino porque era el momento en el que podían estar juntos.
Un día, mientras caminaban por el patio de la iglesia después de la misa, Sebastian se atrevió a preguntarle algo que había estado rondando en su mente.
—juliana, ¿tienes algún mejor amigo?
Ella pensó por un momento antes de responder.
—Creo que sí… tú.
Sebastián sintió que su corazón latía más rápido, pero se obligó a mantenerse tranquilo.
—Yo también te considero mi mejor amiga —dijo con sinceridad.
Y en ese instante, sin que ninguno de los dos lo supiera, su amistad había comenzado a transformarse en algo más
Capítulo 3: Entre Confidencias y Sonrisas
Los meses pasaron y cada domingo fortalecía la amistad entre juliana y Sebastián. Se volvieron inseparables, tanto dentro como fuera de la iglesia. Aunque al principio solo se veían los domingos, pronto empezaron a buscar maneras de encontrarse entre semana: alguna salida, una caminata por el parque o incluso una breve charla en la tienda del barrio
Un día de otoño, mientras caminaban por las calles después de la misa, juliana suspiró y se abrazó a sí misma por el frío. Sebas sin pensarlo mucho, se quitó su chaqueta y la colocó sobre los hombros de ella.
—No quiero que te resfríes —dijo con una sonrisa.
Juliána sintió su corazón acelerarse. Nunca antes alguien había sido tan atento con ella.
—Gracias —murmuró, sintiéndose extrañamente nerviosa.