Verdades liberadas (fragmentados #1)

Capítulo I.

Felicidad

Una palabra la cual desconozco, y es que siendo realista al menos un poco, mi vida se basa en sufrimiento desde que tengo uso de razón. A lo largo de mis miserables diecisiete años viviendo, no recuerdo algún momento en el que haya sido feliz y, que por un momento haya olvidado el sufrimiento que vivo día a día en el infierno que llamo hogar para esconderme de las apariencias de las demás personas.

Nuestra casa está situada en un lugar apartado de la capital de Lumania. Estamos viviendo en Agmers, una de las capitales más alejadas del reino, estamos rodeados de frondosos árboles y gracias a eso, en los momentos de desesperación no puedo acudir a personas cercanas y pedir ayuda.

Nadie sabe lo que en casa mi madre y yo sufrimos, nadie escucha los gritos humillantes que mi padre lanza hacia mi madre y mucho menos nadie puede escuchar ni ver los golpes sin compasión que mi pobre madre recibe de parte del monstruo que tengo como padre. Ese y más sufrimiento es lo que me toca ver y lo que no logro entender es por qué tanta cobardía de mi parte, cuando me decido ir y defender a mamá algo me detiene, algo me aterra y me impide que vaya y aleje a mi madre de los crueles golpes de papá. 

Desde que era pequeña ya recibía golpes por parte de él, trataba de hacer cualquier cosa con tal de mantenerlo contento pero nada daba resultado, sin embargo, con mis pequeños hermanos, Ashley y Andrew, papá se comporta diferente, se muestra amoroso y compasivo como cualquier padre protector con sus hijos. Siempre creí que los pequeños tenían algo especial ya que mi padre entregaría su vida entera si fuera necesario con tal de ver a los niños felices y en mi lugar, sin ninguna duda dejaría que hicieran conmigo lo que deseen. 

— ¡¿Acaso eres una estúpida?!— desde el patio escucho cómo mi padre ggrita

 — ¡No me grites, Stephan!— refuta mi madre. 

Observo a través de la ventana como mi madre apunta con su dedo el rostro de mi padre y este solo ríe burlonamente. Sé lo que esas palabras significan, da como bienvenida el inicio de una nueva discusión, de nuevos golpes y palabras hirientes y lo peor es que aquí es en donde siento como mi cuerpo empieza a pesar y me impide ponerme en movimiento para actuar valientemente.

 — ¡Maldita sea la hora en la que te conocí!— espeta el hombre poniéndose de pie— ¡Tú y ella solo me han arruinado la vida!

 Sus últimas palabras crean en mí un dolor inmenso, las ganas de llorar se apoderan de mí nuevamente y es imposible no sentirme así cuando escucho como yo solo soy un error en la vida de mi padre. Muchas veces me lo ha arrojado en la cara pero en todas esas veces duele mucho y ahora peor.

—¡Eres un maldito monstruo!— exclama mi madre y ruego para que ya no hable más o mi padre perderá la poca paciencia y la golpeará.

 Ni siquiera sé porque aún mi padre sigue con buenos amigos a su lado. Tal vez es porque allá afuera, allá en la sociedad él muestra una increíble máscara, hace creer a todas las personas que es un excelente hombre cuando en realidad es el mismo demonio en persona. 

Mi madre me mira por la ventana y yo llevo mi dedo índice hacia mis labios—Cállate— susurro y sé que ha entendido mi palabra.

De repente observo como mi padre la toma del cabello y la lleva a rastras hasta la cocina, abro los ojos impactada y a toda prisa me levanto del tronco de árbol en donde estaba y corro hacia adentro con la poca valentía que existe en mi organismo. 

— ¡A mí no me hablas así!— escucho la fuerte voz de mi padre—Por si aún no has aprendido, voy a enseñarte lo que es el respeto hacia un hombre y no me importa si seas la reina de una gran nación, vas a aprender a callarte— agrega él haciendo un puño en su mano para tratar de golpear a mi madre. 

Me detengo justo en la puerta, mi cuerpo pesa y tengo mucho miedo. Ya no puedo moverme y eso me asusta, solo observo como mi padre se quita el cinturón mientras que mamá yace de rodillas en el suelo esperando a que el cinturón desgarre la tela de su vestido, su espalda se convierte una vez más en un área llena de cicatrices.

 —¡Ya déjame, te lo suplico!— ruega la infeliz mujer. 

—¿Qué dijiste? No te escucho, querida— se burla mi padre.

 Seguido de eso, otro golpe impacta en mi madre, luego otro hasta que mi cuerpo puede moverse al fin. A pasos rápidos tomo una botella de whisky que está a mi lado y corro hacia él para golpearlo en la cabeza y así suelta a mi madre quién, tiene los ojos bañados en lágrimas. 

— ¡¿Qué te pasa, estúpida?!— grita mi padre mirándome mientras lleva su mano a su cabeza la cual está sangrando y me pregunto cómo es que no ha quedado inconsciente. 

— ¡Ya deja a mi madre!— espeto y pienso en donde he sacado el valor para enfrentarlo. Él ríe y se da la vuelta pero cuando creo que se marchará solo no lo hace, si no que me toma desprevenida y me jala del cabello. 

— ¡Tú a mí no me gritas, niña estúpida!— refuta él.

— ¡Ya déjala!— grita mi madre tratando de apartarme de él pero este ejerce más fuerza sobre mí, causando que haga una mueca de dolor.

Padre empuja a mamá quién, cae al suelo. Él aprovecha y me jala del cabello para arrastrarme hasta la sala en donde impacta mi mejilla contra la pared rasposa. 

—¡¿Sientes ese muro?!— grita aun sin soltarme—¡Gracias a mí fue levantado, ningún maldito rey me ayudó a levantar esta maldita casa!— vocifera golpeándome nuevamente causando un terrible ardor en mi mejilla—¡A mí me respetas porque gracias a mí tienes un maldito techo en donde pasar la noche!— grita en mi oído. 

—¡Yo no te pedí nada de esto!— me atrevo a gritar. 

«Gravísimo error»

Sin soltarme del cabello, él me gira para quedar frente a frente y así aprovechar para darme una cachetada, en un mal movimiento sus uñas se entierran por mis mejillas y siento cómo debido a la presión, éstas comienzan a arder. 




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