Verdades Ocultas

Verdades Ocultas

Fernanda Fernández López 

Ese es mi nombre. En ese momento estaba de moda que te pusieran Fernanda, no como ahora que las chicas las llaman Alba ni que estuviera anocheciendo, o Noa como si renovaron el título del “Arca de Noé”. 

Cada cosa escucho estos dias en este cementerio. 

A pesar de que no es el lugar más bello del mundo, se había vuelto el que más paz me daba hace más de 30 años. 

Si, soy lo que estás pensando, soy un cadáver que habla, un poco retorcido diría yo pero si, soy así. 

Aunque es contradictorio. Soy un cadáver pero no me puedo mover solo, pero si hablar. Pero bueno soy así, que puedo hacer. 

Se estarán preguntando ¿Por qué termine en un lugar y porque les cuento? 

Bueno acá va mi historia. 

Nací a mediados de los años '70 en un pueblito no tan conocido de España.  

Con solo 3 meses fui dada en adopción porque, según me dijeron los del orfanato, mi verdadera familia no contaba con un salario estable para poder mantenerme. Por eso me dejaron ahí. No los culpo se que debió de ser difícil dejarme, o eso es lo que creo. 

A la edad de 5 años la familia Fernández López me adoptó. Mi madre, Griselda, no podía concebir por eso fueron al orfanato en el que me encontraba. Nunca me faltó nada, me criaron con mucho amor. 

Cuando empecé la universidad, en otro pueblo no tan lejos de donde nací, siempre iba a la misma cafetería todos los días por el exquisito café con medialunas que ofrecían. 

Al tiempo deje de ir no solo por la comida, sino por el sexy mesero, Caleb.  

Con el paso del tiempo me fui enamorando de aquel chico torpe, con cabello más negro que la noche y unos ojos más azules que el océano. 

Casi al año de ir a la cafetería tomé el valor de invitarlo a salir, me daba miedo su respuesta. 

—Caleb, ¿te gustaría un día salir conmigo? —inquirí un poco nerviosa. 

Al no contestar rápido me empecé a decepcionar, así que tome mis cosas y empecé a mentarlas en mi mochila para irme del café. 

—Esta bien si no quieres, no debí preguntar de todas formas —mencioné mientras sacaba la plata de la cuenta de mi billetera y la dejo en la mesa, no obstante, antes de alejar mi mano de la mesa Caleb pone su mano sobre la mía impidiendo que pueda retirarla. 

—Si quiero,  de verdad quiero salir contigo —confesó con las mejillas enrojecidas y la mano libre la frotaba su nuca en un claro ejemplo de nerviosismo—. Solo que no sabía si era recíproco, pensé que me mandarías a volar si te pedía que salieras conmigo. 

—Claro que no. Hace meses quería hacerlo pero no tenía la valentía suficiente, hasta ahora. 

Y así es como empezaron los años 6 años más maravilloso de mi vida. 

Justamos dinero nos fuimos a vivir juntos, salíamos a andar en bicicleta por las calles del pueblo, vivimos un montón de cosas juntas. 

Pero todo historia tiene un final y no siempre es feliz. 

A la edad de 25 años me decretaron cáncer, que ya no recuerdo ahora el nombre porque era nuevo y no tenían muchas curas. 

Luche con uñas y dientes por casi un año, Caleb puso casi todos sus ahorros en medicamentos, tratamientos y en consultas con diferentes doctores, para así ver si podía cambiar el rumbo de nuestra pequeña historia de amor.  

Lamentablemente yo me rendí y le prohibí que siguiera gastando en algo que no tenía solución.  

Mis últimos los pase fuera de ese horrible y sucio hospital, para ir a casa y disfrutar de mis últimas horas con el amor de vida. 

Necesitaba contarle muchas cosas, pero sobre todo necesitaba que el entendiera que tenía que ser feliz aun sino era a mi lado. 

 El tiempo no fue suficiente para contarle todo, pero si tuve la oportunidad de contarle lo más importante, más no lo hice porque quería que me siguiera viendo cómo lo hacía, con amor

Así que, como último deseo le pedí que me llevara a ver el amanecer a la playa y disfrutar de las dos cosas que me gustaban de mi vida: los amaneceres y estar junto a él.  

Cuando ya sabía que era mi hora le confesé lo que sentía por él, pero no me atrevía a decirlo. 

—Te amo Caleb. 

Unos segundos antes de irme escuché que con su voz suave me decia al oído la cosa más bonita que se le puede decir a alguien. 

—Yo también de amo Fernanda. Ahora descansa que intentaré cumplir todas las promesas que te hice. Que descanses amor, nunca te olvidaré. 

Eso fue lo último que escuche antes de caer en una oscuridad profunda.  

Al despertar estaba en el mismo sitio, más no en mi cuerpo, era la sombra de este, la cual miraba a Caleb derrumbarse por primera vez, abrazando mi cuerpo, y diciendo cuando me amaba, a la vez que confesaba que le iba a pedir matrimonio.  



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En el texto hay: asesinato, amor, cafeteria

Editado: 11.04.2021

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