Verdades ocultas

7

Alan se detuvo en la estación de policías, debía buscar a otro profesional que lo ayudara. Se sentó frente a un policía que no hacia otra cosa que teclear en una computadora vieja.

—¿Qué necesita? —cuestionó de mal humor.

—Necesitaba ayuda, con respecto a un intento de homicidio.

—¿Quiere una denuncia? ¿Lo reconoció? ¿Tiene algún tipo de prueba?

El joven negó con la cabeza. Lugar equivocado ­­—pensó—. No puede ayudarme.

—Creo que es… fue… un error.

—Si no está seguro, no me haga perder mi tiempo —espetó el policía—. Ahora retírese que hay muchas personas que quieren ser atendidas.

Alan salió disparado de aquella estación, se regañaba internamente por haber entrado a hablar tonterías al policía. Parecía un loco que no tiene nada más que hacer en la vida.

Al cruzar una esquina tropezó con un rostro conocido. David lo veía entre divertido y molesto. Era de esperarse después de todo, el pelinegro nunca se disculpó de lo que había dicho.

—David, tanto tiempo sin verte —exclamó.

—Lo mismo digo.

El joven esbozó una sonrisa para quitar la tensión.

—Has faltado mucho a clase no es así —comentó David al no saber de qué más hablar.

Alan asintió con la cabeza y supo que debía disculparse.

—Lamento… —dijeron al unísono y rieron al escucharse.

—Lo del otro día —dijo por fin el castaño—. Creo que tienes razón, solo estaba enojado y saber que no me dijo nada fue más molesto.

—Lo sé —aceptó Alan—. Debí decirles para que pudieran ayudarnos.

—Era inevitable.

—¿Qué? ¿Por qué lo dices?

—Es decir, ya ha pasado. Con Jake recuerdas, te dijeron que fue un accidente. Y no es por darte más ánimos, pero hubo otras dos chicas, una de último año que también fue un accidente y otra del primero que se suicidó. Solo eran rumores, las mejores amigas dijeron que era cierto que vieron las cartas; pero después esas cartas nadie podía encontrarlas.

—¿Es verdad lo que dices? No me estarás jugando algo.

—Querías ayuda y cuando te la doy no quieres aceptarla. —Negó con la cabeza—. Eres raro, pero de verdad estoy hablando muy enserio.

—Y qué se supone que deba hacer. Hablé con un policía y no me creyó, hablé con la orientadora y lo mismo.

David sonrió de forma burlona antes de buscar una respuesta.

—Lo de la orientadora déjamelo, puedo tratar de convencerla. Pero debes buscar más indicios, algo más de lo que ya sabemos.

—Claro, pero no te estará pasando lo mismo —quiso saber de inmediato al pensar en que ni siquiera su vecino le ofreció ayuda.

—¿Por qué crees eso? Por Jhonatan.

El pelinegro no dudó en asentir varias veces.

—No, no está pasándome nada en absoluto. Solo quiero… igual que tú, encontrar a alguien a quien culpar por la muerte de Josh. Por otro lado, Jhonatan quiere alejarse de todo eso. Hablé con él y no desea para nada ayudar con la búsqueda. Creo que es por el hecho de haber ayudado a su vecino sin éxito.

—Entonces ¿A dónde iremos?

—Nos vemos mañana después de clases. Hablaré con la orientadora y tú traerás todas las pruebas necesarias.

Alan asintió levemente, sabía que sería difícil hallar pruebas que probablemente no existían.

Sin embargo, camino a casa recordó que tenía a un testigo de los últimos días de Sam. Y sin duda hablaría con él. Aunque sabía que no era muy cercano y que era un tanto molesto hablarle.

Al estar en su habitación marcó el número del celular. Sonó dos veces y no contestaron, eso le hacía pensar que no contestaría su llamada. La tercera quedó a medio sonar.

¿Alan? —cuestionó la voz del otro lado de la línea.

Era sin duda alguna, la voz ronca de Cristian. Aunque en esta ocasión sonará un poco confundida.

—Sí… Cristian, soy yo ¿Cómo has estado? —dijo temeroso.



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En el texto hay: thriller, thriller psicologico, suspense

Editado: 18.11.2020

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