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Unos cuadros de pintura, que no tenían ningún significado para Alan se encontraban adornando la oficina de la orientadora de cabello rubio que se encontraba sentada frente a él; con una mirada inquisitiva, no muy de acuerdo de tenerlo en su oficina a la hora de refaccionar.

—Y bien —se inclinó hacia delante con una sonrisa burlona en lugar de cálida.

El joven dudó en lo que diría. Fue por una razón con ella, pero el ambiente que sentía en la habitación, le hacían sentir escalofríos. Detestaba esa sensación, pero necesitaba de la ayuda de alguien mayor.

—Tengo un problema —comenzó y ella asintió para que continuara—. Han pasado muchas cosas raras, desde…

No sabía cómo decirlo, no sabía si la consejera sabría lo que le sucedió.

—Desde el suicidio de tu novia. —El pelinegro se sobresaltó al escucharla— ¿Cómo que situaciones?, es decir ¿Qué es lo que te parece extraño?

Negó con la cabeza, estaba muy confundido, antes de hablar; aunque no sería para responder a las preguntas de la rubia.

—¿Cómo sabe lo de mi novia?

—Eso no importa ahora…

—No —interrumpió con la sangre hirviendo—. Respóndame, porque a mi si me importa. ¿Cómo lo sabe?

—Noticias —dijo al fin—. Cálmate, crees que esto te ayudará. Sé lo terrible que puede parecerte, pero acaso no recuerdas que pediste permiso para el funeral.

Alan no contestó, recordó lo de la nota de su mamá para que pudiera faltar un par de días; aunque no quisiera su padre. Como lo había olvidado, pensaba, era la rabia, las dudas lo que le atormentaban. Eso era, el miedo de no saber quién los acechaba con el fin de terminar con su vida.

—Además había hablado con tu padre, sobre tu bajo rendimiento. Dijo que estabas pasando un mal momento y que si podía ayudarte. Te iba mandar a llamar, por eso me sorprende tenerte aquí.

Mentirosa —pensó.

—Ahora puedes responder a mis preguntas —dijo al ver que Alan seguía sin hablar.

—Bien, lo que le sucedió a ella fue una de esas situaciones. Alguien de aquí me dijo sobre un joven que le sucedió lo mismo que a Sam.

—Sam es el nombre de tu novia ¿verdad?

El joven asintió sin ningún ánimo de responder de forma verbal.

—Que sepa, no ha pasado algo similar.

—Bueno, es que, no es que los demás se enteraran de lo ocurrido, pero él se lo contó a alguien antes de morir en un accidente.

—¿A quién?

—Eso no lo puedo decir. Tengo que consultarlo antes, si está de acuerdo en que se lo cuente.

—Si quieres mi ayuda debes contarme todo. Así no podré ayudarte. Información a medias es inútil.

—Solo necesitó que me aconseje, si eso le parece bien.

—Bien, puedo ayudarlo con consejos. Pero si esto me parece que le está afectando, entonces me veré obligada a decirlo a sus padres y alguna institución para que le ayuden.

—No creo que sea necesario —dijo removiéndose en su asiento—. Es sobre unas cartas que están llegando a jóvenes, según otro compañero es para que duden de sí mismo y esto los lleve al suicidio.

La consejera apuntó un par de cosas en su liberta, pero se detuvo repentinamente para verlo fijamente a los ojos.

—De casualidad no viste las noticias de hoy ¿Eh?

El joven quiso negarlo, pero antes de que lo hiciera la mujer negó molesta.

—Estas imaginando cosas que no son. Sé que es muy duro, lo que te sucedió es algo muy duro de superar. Así que lo único que te queda es venir aquí y te daré la ayuda que necesites para superarlo.

—Pero… —se detuvo no era muy seguro seguirle la contraria—. Eso está sucediendo.

—¿Dónde? ¿Sabes en donde está sucediendo?

No podía decir lo que estaba sucediendo con Josh, porque su compañero estaba algo indeciso. No podía contar lo que Jhonatan le había dicho porque solo era un secreto y lo de Sam sería algo evidente de tener graves problemas.

—No, no sé, pero está pasando. Lo sé, le pasó a Sam y no puedo dejarlo así. Así que en cuanto tenga más pistas se los diré.