Verdades que son Mentira |ecap1|

Capítulo I

Estaba nerviosa, preocupada y se podría decir que casi llegaba a la histeria. Estaba por cometer una locura, la más grande de mi vida… y vaya que he cometido locuras antes de esta. Me sentía como una niña pequeña y no tenía nada de ninguna de las dos cosas.

 

—¡¡Cathalinna Capaldi, date prisa o nos dejará el avión!!

 

Bueno, creo que debo presentarme, Cathalinna Capaldi soy yo, y la dueña de ese grito desesperado es mi amiga Gemma Connelly. Sí, estamos en un aeropuerto, más específicamente en el Aeropuerto Internacional de Atenas, listas para cometer una locura, como bien dije antes.

 

—Gemma, el avión no va a dejarnos, aún tenemos tiempo —dije observando mi reloj de muñeca, creo que aún tenía la leve esperanza de que Lennan viese mi carta y viniera a impedirme que me fuese, aunque con cada minuto que pasaba, iba perdiendo esa esperanza.

—Cathy, si mi madre llega y me ve vestida así —dice señalándose a ella misma— y aún puede hacerme cambiar la ropa, lo hará. Así que mejor vámonos… ya comprarás algo para el viaje en las tiendas de dentro.

—Gemma tiene razón Cath, no quiero sufrir uno de los golpes de moda de Alethia.

—Pero Torie, tu a penas y conoces a Alethia, la preocupada debería ser yo —le digo divertida.

—Andando —exige Gemma halándonos a Torie y a mí.

 

Gemma Connelly, podríamos decir que ella es mi mejor amiga y que está un poco loca. Fue ella quien me presentó la propuesta de irnos a Estados Unidos, lejos de nuestros padres para poder empezar de nuevo. Ella es, probablemente, la persona que más conoce de mí, por lo que sabía que necesitaba un cambio y ella como buena amiga, me ofreció una salida. Gemma es de esas amigas ocurrentes y desastrosas, perfectamente lo que todos necesitan a veces. No diré que soy una santa, ni que ella lo es. Nosotras éramos las Reinas de Grecia, y no por nada teníamos ese título.

 

Victoria Kana, una más de mis amigas, suele ser una buena persona, sentimental incluso, aunque tiene un carácter demasiado fuerte para su propio bien y un gran orgullo, ella también viene a la locura, aunque en su caso fue una decisión de última hora, Gemma se lo comentó después de su última desilusión amorosa, resulta que su novio, un chico bien parecido, educado y de buena familia la engañaba desde hacía unos buenos ocho meses con su prima… una idea perturbadora si me lo preguntaran a mí; estoy abierta a las nuevas normas sociales, pero mi cerebro aún no asimila totalmente el concepto de incesto como algo normal.

 

Y finalmente, Alethia Connelly, la madre de Gemma, y como mi segunda madre. Ella es hija de la famosa diseñadora mexicana Areli Mejía y de Carlos Monreal, un hacendado también mexicano, de mucho renombre. Alethia creció como una diva, y desde corta edad destacó como modelo, estudió la carrera en Arte Dramático, pero jamás dejó el modelaje sino hasta que conoció a Ethan Connelly, se casaron, ella dejó el modelaje y vivieron su felices por siempre con dos lindas bendiciones. En realidad, su vida es un poco más complicada, pero siempre logran salir adelante.

 

Aún antes de abordar, di una mirada hacia atrás, Lennan nunca llegó.

 

Tardamos alrededor de tres horas en llegar a Madrid, ahí almorzamos en el aeropuerto y casi enseguida tomamos el vuelo de casi ocho horas directo a Nueva York, nuestro destino. No se puede decir que el vuelo fue una fiesta, tanto Gemma, como Victoria y yo, nos la pasamos dormidas, estábamos cansadas, más teniendo en cuenta que aún a la noche, estábamos arreglando las valijas y los papeles.

 

Después de tomar una Van en el aeropuerto, llegamos a las instalaciones en la universidad, afortunadamente para nosotras. Nos fueron guiando hasta que llegamos a la oficina en la cuál recogeríamos las llaves de nuestras habitaciones. Nos dijeron que esperáramos y eso hicimos.

 

—Luces nerviosa Gemma ¿Sucede algo? —preguntó Victoria.

—No, para nada —dijo Gemma definitivamente nerviosa, yo la miré preguntándole en silencio qué es lo que le ocurría, al final ella suspiró rendida— Puede que, por error, haya solicitado las habitaciones en una de las hermandades del campus.

—Gem… —susurré yo un tanto preocupada.

—¿Podemos discutirlo luego Cath? —preguntó esperanzada, yo asentí en un estado de semishock. Todas guardamos silencio, asimilando la noticia de Gemma.




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