Mia
Agradezco a mis padres por todo el esfuerzo para estar aquí y crear esa sensación como cuando era pequeño.
Mi madre ha estado toda la mañana metida en la cocina. Yo he aprovechado para ir a comprar algún que otro regalo.
Aunque la cosa que crece dentro de mi no me deja estar tranquila. Tengo demasiadas náuseas y algún que otro antojo. Todo es un paño de nervios y sentimientos.
También tengo demasiados colores para esta época del año. Mi padre se ha ofrecido a acompañarme y doy gracias porque no tengo ganas de conducir.
—Aun me acuerdo cuando comprábamos los regalos y teníamos que guardarlos. Tu eras muy lista y lo buscabas por toda la casa —explica mi padre sin apartar la vista de la carretera.
—Ya, algún año los vi pero me hice la loca.
—Vamos a parar aquí a tomarnos algo.
Paramos en lo que desde fuera parece una heladería. Por esta zona no paso mucho y no estoy muy al corriente de esto.
La verdad que desde fuera huele muy bien y en el interior hay mucha gente sentada con lo que es buena señal.
—¿Estás bien hija? —me pregunta una vez que nos sentamos.
—Si, bueno… podría estar mejor pero son muchas cosas las que se me vienen encima—. le reconozco mientras miro con detenimiento los distintos helados que hay.
—Me puedo hacer una idea y aunque tu no te lo creas. Tu madre y yo pasamos por lo que estás pasando tú ahora. Todo es muy confuso, te entran muchas dudas, miedos, sentimientos que nunca antes habías tenido. Pero saldrás adelante. Cuando llegue el momento estarás preparada.
Parece fácil o hace que parezca sencillo pero hay una voz dentro de mi que me dice lo contrario. Me quedo unos segundos mirando un pequeño trozo de piel que sobresale de la uña mientras pienso exactamente que responderle.
No quiero discutir con él pero difiero bastante que sea la misma situación. Cuando ellos se enteraron estaban juntos como un equipo. Se podia apoyar el uno al otro, contarse sus problemas. Sus miedos y preocupaciones.
No veían un vacío y un precipicio el cual es muy complicado saltar.
—Creo que la situación que tenias con mamá no es la misma que la que tengo yo en estos momentos.
Se que sueno ventajista porque no tengo ni idea de lo que pasaron mis padres antes de tenerme pero no creo que sea peor que esto.
—Ninguna situación se puede comparar. Son momentos diferentes y el mundo ha cambiado mucho. ¿Quieres que te cuente algo? Tres días antes de que tu madre se enterase de que estaba embarazada discutimos. Una discusión fuerte, acalorada, la más intensa que yo recuerde.
Lo dejamos. Ninguno quería saber del otro. Cuando tu madre se entero de que te llevaba dentro se le olvido por completo porque estaba enfadada conmigo. Solo quería compartir conmigo esa noticia. Y si te digo la verdad yo no recuerdo porque me enfade con ella.
Fue el mejor momento de mi vida. Por circunstancia años más tarde nos separamos definitivamente pero la vida con un hijo te puede cambiar ciento ochenta grados.
—Yo no sé por lo que estás pasando o que es lo que te ha ocurrido con ese chico, pero todo se soluciona hablando —trata de explicar mientras la camarera nos trae los helados.
—No es tan fácil con solo hablar.
—Pues dime tu como se solucionan las cosas.
—Hay cosas que no tienen solución —le respondo sin mirarlo sino mirando el helado y en cómo lentamente se va deshaciendo.
—En eso ya no me puedo meter —me mira con una sonrisa que tanto le caracteriza.
Esa que en muchas ocasiones buscaba consuelo.
—Será mejor que terminemos rápido y vayamos a casa o si no tu madre nos va a poner de entrante. Acuérdate como es con lo de la puntualidad.
Asiento y me termino el helado en dos sentadas.
MÁS TARDE
La mesa está completamente puesta. Mi madre ha hecho cena para todo el barrio. Ha puesto ciento veinte tres entrantes y dieciséis platos principales. está empezando a poner platos por encima de los muebles. Como empiece a comer todo esto voy a salir rodando de la casa.
Mis padres no dejan de hablar de cuando eran jóvenes. Les encanta revivir recuerdos. Pero se lo agradezco porque durante la cena no pienso mucho en mis problemas pero no puedo evitar pensar en ello.
Pienso en que quizás debería de contárselo a Luke y tal vez dejar de ignorar los mensajes y las llamadas de Oliver que desde hace semanas insiste en hacer. Tengo la sensación de que uno de los dos o incluso los dos se van a presentar delante de mi casa para que le aclare las cosas y yo no sé si estoy preparada.
No sé por dónde empezar. Me tiembla la voz cuando lo pienso y creo que me podría a tartamudear como una estupida.
—¿Hija estás bien? —mi madre me saca de mis pensamientos.
Llevo ausente la última parte de la cena y no los he escuchado.
No se si me han preguntado algo que quiere que responda. Pero llevo un rato sin escucharlo.
—Si —miento y me centro en el plato que tengo delante de mí que no deja de rebuscar comida.
Me centro en comer. Ojala la vida no tuviese problemas. Fuese sencilla y feliz y todos viviéramos en paz y armonía pero se que ese mundo no existe. Y si existe está claro que no está cerca de mi.