Mia
Ha pasado una semana desde que vi como Luke se alejaba por el horizonte dejándome en un mar de dudas.
Desde entonces no he dejado de pensar en aquella noche. Hace unos días mis padres se marcharon. Dejándome más triste de lo que podia llegar a pensar. Porque con ellos aquí durante dos semanas me he vuelto a sentir joven. He recordado todas esas tardes en la casa mientras mi madre preparaba pasteles y mi madre iba a buscar una película al videoclub para ver con el olor a palomitas de fondo. Son momentos que nunca regresaran y tal vez tenga que ser yo dentro de unos años quien prepare palomitas. Pero ya no hará falta ir al videoclub. Bastará con buscar en Netflix la gran variedad que hay.
Ahora me dirijo a la cafetería London. Allí he quedado con Eli y con James. Voy mirando por la ventana del autobús de la línea cincuenta. El que siempre cojo.
Llevó las dos manos sobre mi barriga. Todavía no me creo que dentro de mí tenga una vida saliendo adelante.
Cuando mis ojos se encuentran con el cartel de la cafetería me levanto y pulso el botón para que el autobús se detenga.
Así lo hace cuando escucho el grito de los frenos. Me levanto y llego hasta la puerta. Me bajo y hace un frío helado, hay pequeños copos que cubren los bancos y los tejados. Cuando llego a la puerta Eli y James me saludan desde dentro en una mesa que da directa. Les sonrío y me voy hasta donde se encuentran.
—¿Cómo estás? —me pregunta Eli que llevo semanas sin verla.
—Bueno. Estaría mejor si no le tuviera fobia a todo lo que como y ganas de vomitar dos veces al día.
—Piensa que podría ser peor.
—Eli, es imposible estar peor. Tengo la sensación de que voy a morir cada vez que vomito.
—Te tendrían que coger para una novela. Eres dramática —se explica. James mientras no deja de reírse.
Cada vez me cae peor. Lo estoy empezando a odiar y no sé por qué.
Pero deberían de estar en mi situación sentir lo que siento y entonces después ya veríamos.
—¿Sabes lo que deberíamos de hacer? —pregunta mi amiga con forma de hada madrina.
—No, no sé lo que tengo que hacer. Por eso estoy aqui hecha un lio para que me guieis.
—Tienes que tener una cita para olvidar tu fracaso amoroso. Su casa es de total felicidad pero la mía es de "¿que mierda estais haciendo con vuestra vida?"
Levanto los hombros pero no contesto.
—Yo te puedo conseguir varias citas para mañana mismo.
—No creo que esa sea la solución —les reconozco mientras le pego un sorbo al batido de fresa que se me ha antojado.
—Seguro que sí. Lo que necesitas es que un buen hombre te recuerde lo que es ser mujer. Su mirada parece querer entrar en lo que estoy pensando en estos momentos.
—Tal vez si. Pero el mercado está tan mal en estos momentos que no se muy bien con quien.
No se si lo que necesito en estos momentos es eso pero se que es lo que quieren escuchar.
Después de estar toda la mañana intentando convencerme de que es una buena idea quedar con otra persona (sigo pensando que es una idea pésima) me término de maquillar y pongo ritmo en el mismo autobús que fui ayer.
Se que es el mismo porque el conductor es el mismo que ayer y además este autobús tiene algo que les distingue del resto. Tiene un graffiti dibujado en la parte lateral entre las dos puertas. Cosa que me parece horrorosa pero no voy a ser yo quien. Me despido de la mujer que tenía justo a mi lado que no ha parado de darme la tabarra en todo el trayecto y me bajo justo delante del lugar de citas de Eli.
Aun recuerdo cuando llegue la cantidad de gente que había. También recuerdo como me miraba Luke o mejor dicho como no dejo de hacerlo en toda la velada.
También recuerdo como se me rompió el vestido y como se me rompio el vestido y como me cura. Recordandolo ahora no quiero reconocerlo pero tengo una sonrisa dibujada en mi cara.
Abro la puerta y me encuentro con la cara iluminada de mi amiga. Como si llevase toda la vida sin verme o bastante tiempo sin maquillar. Aunque esto último sí que es verdad.
—Estas guapísima Mía —se acerca a mí para recogerme el abrigo y guardarlo—. ¿Cómo estás?
—Nerviosa. He estado apunto de no vestir. He tenido la tentativa veinte veces. La última bajando del autobús. Poco ha faltado para darme la vuelta.
—Ya verás como todo va genial.
Pese a su persistencia, no consigue animarme. Lo unico que querría hacer ahora es salir corriendo de aquí.
—Mira es ese chico de allí —dice señalando a una mesa céntrica.
Yo miro disimuladamente por si es muy feo que no sepa que soy yo y puedo salir corriendo.
Pero cuando nuestras miradas se juntan puedo llegar a sentir el calor. Me sonríe pero no me doy cuenta que lo hace hasta unos segundos después. se levanta y llega hasta donde me encuentro.
—Había escuchado maravillas de ti pero todo se queda corto viendote en persona —su voz aterciopelada proovoca que me ruborice.
No soy capaz de articular palabra.
—Gracias —consigo decir antes de que nos sentamos en la mesa.
Necesito abandonar este nerviosismo que tengo por dentro.
También le regalo una de mis sonrisas encantadora.
—¿Eres de aquí?
Como ahora mismo no se me ocurre que preguntar tiro de preguntas genéricos y luego veré que le puedo preguntar.
—No, soy de california pero me vine aquí cuando empece a estudiar y supongo que me enamoré de sus calles y su gente.
No esperaba una respuesta tan larga. Me ha dejado sorprendida.
—¿Y tú? —me pregunta mientras toma un poco de vino que nos ha traído Eli.
No se que tiene exactamente su mirada que provoca un calor sofocante dentro de mi.
—Yo soy de Boston. Bueno mis padres son de allí y luego se fueron cada uno por su lado.
La conversación va fluida y mientras llegamos al final me va llamando la atención más cosas de él. Al final de la cena nos compartimos los números de teléfono y decidimos quedar otro día.