Oscar
CUATRO HORAS ANTES
Me termino el café mientras leo las últimas noticias y me doy cuenta de que el mundo se va a la mierda. Guerras y destrucción allá por donde pasa el ser humano. No hay ni un solo lugar que este igual a hace miles de años.
Todo por el poder y la riqueza. Somos los únicos seres vivos del planeta que destruimos todo a nuestro paso. De esta manera en mil años no quedará nada. Y lo peor de todo es que no hacemos nada para remediarlo.
Me entristece así que decido pasar y centrarme en lo que está pasando en mi casa.
Mi hijo de apenas nueve años entra con una flauta dulce.
—Papa ¿me puedes escuchar la última canción que me he aprendido? —dice con toda la dulzura del mundo.
—Claro que sí cariño —le respondo y me dispongo delante de él a escuchar la melodía.
Es inocente como él y está absorto de todo lo que pasa fuera. Como si el mundo fuese un lugar puto y libre de pecados.
Que pena que no sea así. Pero me alegra saber que él no lo ve así.
Mi mujer entra por la puerta ya arreglada para salir y me da un beso en la frente.
—Venga George que vas a llegar tarde al colegio.
—Vooooooy —responde de mala manera. Me recuerda tanto a mi.
Ellos se van y yo voy dando un paseo hasta el trabajo. Menos mal que lo tengo a menos de diez calles. Pero enseguida noto que algo no va bien. No sé por qué razón tengo la sensación de que alguien me sigue. No estoy seguro y no quiero darme la vuelta para que se de cuenta que me he dado cuenta. Así que continuo y en cuanto puedo giro la primera calle y de reojo esa sombra que tenía la sensación de que me seguía lo hace también. Va en la misma acerca que yo así que me cambio de acera pero para mi mala suerte él también lo hace como si fuese mi mismísima sombra.
Una llamada me entra al móvil y hace que me sobresalte. Es de un número oculto. Lo que hace que me ponga más en alerta.
—¿Quien?
—Hola Oscar —una voz robotizada y bastante grabe hace que se me pongan los pelos de punta.
Me detengo en seco e incluso se me cae el maletín.
—¿Quién eres? —me tiembla la voz y no se como hacer para ocultar mi nerviosismo.
—No seas mal educado y recoge el maletín —enseguida empiezo a mirar a mi alrededor pero ya no le hago más preguntas.
—Tu hijo George acaba de llegar a la escuela y tu mujer está regresando a casa sola. Tal vez tenga que hacerle una visita…
—... no por favor. Dejalos en paz si me has llamado a mi es porque quieres algo de mi persona. Pídeme lo que quieras y dejanos en paz.
—Está bien. Pero si intentas jugarmela te mandaré a la persona que te ha estado siguiendo todo el rato.
Lo sabía. Sabía que me seguía. Pero cuando voy a responder un empujón hace que me caiga al suelo y suelte el móvil. Pasa por mi lado y se marcha dandome la espalda. Pero es más o menos de mi altura pero tiene bastante espalda. Pero no puedo verle la cara. Enseguida me acuerdo del móvil y lo recojo.
—Escucha con atención. Quiero que me digas la verdad. Pero primero siéntate en el banco—. le hago caso y no espero para hacerlo—. Debajo de ese banco tienes una bomba. Así que si haces el mínimo movimiento de levantarte ese lugar saltara por lo aires.
Todo esto da mucho miedo y coincide con lo que pensaba esta mañana de que el mundo está podrido.
—¿Que quieres saber?
—¿Quién está detrás del despido de Mia y el de James?
¿Todo esto mierda por eso?
Me parece increible.
—Mis jefes. Yo no tengo nada que ver.
—Mientes. Mira la foto que te acabo de pasar.
Recibo una foto. Es del interior de mi casa y mi mujer sale en ella con la misma ropa que llevaba hace unos minutos.
—Está bien. Fue decisión mía. Pero comprende que un gay y una embarazada no son buenas imágenes para la empresa.
—¿Sabes lo que está bien? —la voz extraña me pregunta bastante enfadada—. Toda la mierda que he conseguido sobre ti. Para pudrirte en la cárcel los próximos cuarenta años.
—¿Que quieres que haga?
—Que lo arregles. Que admitas que has sido tú y no volverá a pasar. Hazlo porque sino toda tu mierda saldrá a primera hora en el periodico, tú en la cárcel pudriendo mientras no puedes hacer nada porque a tu mujer la habían secuestrado y la están violando entre cuatro y a tu hijo se lo llevan para donar sus órganos a Europa del este. Hazlo porque no dudaré en poner toda mi ira sobre ti y creeme que te destruiré si te veo dudas una sola palabra. Enseguida la llamada se cuelga y yo me quedo en silencio.
No sé si levantarme o no. Tengo miedo que esto salte por los aires.
Miro debajo del banco y observo una hoja pegado a un aparato con un par de luces.
Recojo la hoja y observo escrito lo siguiente.
“Para que la bomba se desactiva tienes que llamar a Mia a la mesa del trabajo y en cuanto salte el contestador decirle lo siguiente”
Cojo el teléfono y enseguida en cuanto salta el contestador pronuncio cada una de las palabras que hay escritas. Un pitido se escucha abajo y cuando lo observo la luz roja pasa a la luz verde.
Temo mucho levantarte y que todo se vaya a la mierda. De nuevo el teléfono suena. en estos momentos me da reparo cogerlo. Pero lo hago porque de lo contrario temo lo que me pueda pasar.
—Bien hecho Oscar —esa puta voz distorsionada de nuevo.
—¿Y ahora que?
—Bueno. Creo que ha llegado el momento de la traca final. Ha sido un placer conocerte.
De repente unos pitidos continuos llegan del aparato. Siguen y cada vez son más continuos hasta que se fusiona en un pitido intenso.
—Joder esto va a explotar —digo en voz alta y cerrando los ojos con fuerza. Pero lo único que escucho es salir un pequeño humo de abajo. Una risa bastante fuerte viene del móvil.
No sé en que momento ha caído al suelo. Pero lo cojo y enseguida me lo pongo en la oreja.
—Eres demasiado inocente. Ahora te dire lo que tienes que hacer y creeme que sino lo haces entonces te pondre una en tu puto culo.