Mia
Luke lleva dos días insistiendo bastante en marcharnos a su casa de la montaña para pasar un par de días.
Dice que necesitamos despejarnos y soltar el estrés que llevamos encima. Después de insistir bastante he aceptado. No es la primera vez que vengo a esta casa pero me sigue fascinando como el primer día.
El bosque se pierde en el horizonte en el cual no se avista ninguna casa a cientos de kilómetros o al menos eso parece desde fuera.
Luna desde su sillita observa los cientos de árboles que has tras la ventana. Se queda observandolo y de vez en cuando se ríe. Ojalá yo nunca hubiese perdido esa inocencia.
Esta casa me trae muy buenos recuerdos pese a sus cientos de habitantes y baños que sinceramente desconozco quién limpia porque esto pasa la mayor parte del año cerrado y no me imagino que Luke venga en su día libre o limpiar aquí.
—¿Estás bien? —me pregunta mientras me observa con atención.
Siempre me ha gustado su mentor en cómo se comprime y se contrae. Podría pasarme horas observandolo.
—Si, estoy relajado. Hemos venido para eso ¿no? ¿Y tu estas bien?
Pero tan solo pone una sonrisa y asiente con el rostro. También pone la mano en mi pierna. Llevo un vestido y puedo llegar a notar cómo pasa su mano lentamente.
—Voy a encender la chimenea y a llevar el equipaje a la habitación.
Tu ponte cómoda que yo me encargo de todo.
—A sus órdenes jefe. Como se nota quien manda en tu empresa.
—Creeme que allí mando mas que aqui
—Permíteme que lo dude.
—¿Ves como mando más en mi empresa? Allí nadie me pone en duda. Todos me dan la razón sin poner ninguna pega.
—Porque sino los despides.
—Exacto. Están con miedo sin embargo aquí el que está con miedo soy yo que temo que puedo ser nominado y expulsado en cualquier momento.
—Cierto, estás nominado, a meter las maletas al coche.
—Cuando regrese quiero hablar de mis horas extras, anoche hice bastantes horas extras y nadie ha dicho nada de pagarmelas.
—Venga que si lo haces rápido tienes premio esta noche.
—¿Ves? no es difícil animar al personal.
La tarde transcurre con normalidad. Luke no ha dejado de hacer cosas para que Luna y yo estemos cómodas. Desde prepararme un baño relajante a prepararme la cena y a Luna no ha parado de jugar con ella, darle de comer y limpiarla. Es en estos momentos en los que me gustaría quedarme aquí y no moverme jamás.
—Luna se ha quedado dormidita. ¿Quieres que te haga un masaje? —pregunta con un tono bastante bajo y a la vez pausado.
—Vale me has convencido.
La verdad es que no estoy acostumbrada a los masajes y sinceramente que me hagan uno no me va a venir mal.
Tumbarte que en el baño tengo un par de cremas. Coge su móvil y pone música relajante que suena por toda la habitación. Baja un poco la intensidad de la luz y pone un poco el calor para que cuando me quite la camiseta el ambiente no esté tan frío.
Comienza calentando la crema y poco a poco empieza a colocar cada uno de sus dedos.
Uno a uno noto como empiezan a pasar por mi espalda haciendo movimientos giratorios y apretando casualmente donde más me duele.
—Mucha tensión acumulada eh.
—La verdad es que sí.
—No te preocupes que yo me encargo —esto último me lo dice pegando sus labios en mi oído.
Acto que provoca que me ruborice. De nuevo vuelve a ponerse más crema y ahora comienza a bajar por las lumbares y a masajear mis glúteos durante unos segundos.
Después sube a mi cuello de nuevo y comienza a pasar sus dedos pulgares. No puedo abrir los ojos, ahora en estos momentos es imposible. Sigue por mis brazos sin dejarme ningún sitio por pasar. Traza círculos y después líneas que siguen la circulación de la sangre y provoca que cada vez este más y más agusto.
—Para hacerte un masaje completo voy a necesitar que te quites toda la ropa. Pero no te preocupes que ya lo hago yo.
No me puedo oponer ni resistir. Es imposible. Ahora mismo consigue todo lo que se proponga. Me baja el pantalón de pijama y acto seguido mi ropa interior con una facilidad pasmosa. Cuando me quiero dar cuenta estoy boca abajo y completamente desnuda.
Comienza a pasar sus manos por mis glúteos y poco a poco puedo notar como pasa sus pulgares. Los mismo que hace un momentos se hundían en mi espalda ahora se hunden en mis labios inferiores y no puedo evitar soltar un gemido. Es uno leve y continuo.
—Necesito que te des la vuelta —me dice mientras sigue haciendo movimientos suaves.
Le hago caso y cuando me doy la vuelta comienza a darme besos en el cuello. Puedo notar su calor o quizás sea el mío tratando de salir al exterior. Su mano derecha se posa sobre mi pezón y empieza a masajear lentamente. De nuevo suelto un suspiro.
Vuelve a abrir el bote y ahora vierte directamente el aceite por todo mi vientre y enseguida comienza a expandirse por todas partes haciendo pausas controladas en mis zonas más sensibles.
Sabe donde hacer daño y ahora lo está haciendo. Sabe donde tocar y donde yo no puedo controlarme.