Mia
Abro los ojos y veo en el reloj de la mesita de noche que son las ocho menos cinco.
—Mierda… mierda… mierda —declaro a los cuatro vientos mientras doy un salto en la cama. Anoche se ve que se me olvido poner la alarma. Llegamos tan cansadas de la playa que lo único que hicimos fue pegarnos una ducha y cenar un poco y Luna se quedo dormida a mi lado. Y ahí sigue. No se ha despertado en toda la noche y duerme plácidamente. Me cambio en dos minutos y cojo algo de ropa para Luna.
Luego la cambiaré cuando llegamos a un área de descanso. No quiero despertarla. La llevo en brazos con mucho cuidado y con la mochila en brazos bajo las escaleras prácticamente de dos en dos. Cuando salgo a la puerta me encuentro con Oliver que está apoyado en el coche con una sonrisa en el rostro.
—¿Que tendría que hacer yo ahora?
Me vais a tener enfadado todo el día. Llevo desde las seis aquí en la puerta.
—¿Por qué tan pronto?
—Porque si no hubieses desayunado. He traído donuts y café.
—¿Cómo sabías que no había desayunado?
—Bueno tan temprano no entra nada y te conozco. Están en la guantera. Tranquilo que coloco yo a Luna. He comprado una super sillita de última generación para el coche para que vaya cómoda en el viaje.
—¿Lo has comprado?
—Si, ayer por la tarde fui. No veas la cantidad de carritos y de sillitas que hay ahí. Creo que hay más modelos de cochecitos que coches en el mundo.
Pero al final me decante por este modelo porque es el más seguro. Al menos eso fue lo que me dijo la de la tienda —declara mientras se pasa la mano por la nuca.
Este chico de verdad que no deja de sorprenderme.
—¿Y sabes atarla?
—Creo que sí. Ayer estuve probando con un oso de peluche y salvo las dos primeras veces el resto quedó bien. Dame una oportunidad.
—Te la estoy dando. Por eso estoy aquí —añado mientras me siento en el asiento del copiloto. En el posavasos hay dos cafés. Uno con mi nombre y otro con el de Oliver y delante justo de mi se encuentra una bolsa con ocho donuts, uno de cada sabor y a cada cual más rico.
No se si esperar a que se sienta o comerme alguna de ellos.
—Puedes coger uno de ellos. No hace falta que me sienta. Te estoy viendo que tienes un hambre atroz y estás empezando a salivar.
—No estoy empezando a salivar.
—Si que lo has hecho. Desde que me has visto. Sé que no puedes resistirme a mi encanto.
—¿Tu no tienes abuela?
—Si que la tengo. Si quieres te la presento.
—No es necesario, al menos todavía —le respondo mientras le doy un pequeño con el hombro cuando se sienta.
Observo a Luna y veo que sigue durmiendo y perfectamente atada.
—Vaya, veo que si que sabes atarla.
—Quince videos de Youtube me vi anoche y después de una hora al final entendí como hacerlo.
—Vaya… pues sí que voy a coger un donuts, tengo mucho hambre y estos donuts tienen muy buena pinta —le reconozco mientras cojo una rosa que lleva unas pequeñas nubecitas por encima aunque me apetece comerme todos.
Oliver mientras saborea el donuts saca de su bolsillo la llave del coche y arranca este.
Mientras él conduce yo me limito a observarlo. En cómo coge el volante y en cómo este hace varios amagos para intentar no verme pero sé que no puede.
Mientras ocurre esto yo me pregunto una y otra vez a donde me estará llevando cuando al fin veo que accede a un gran parking que hay a las afueras.
Nunca había acudido nunca a este lugar. De hecho no sé ni lo que es. Es una gran nave blanca. Tan solo logro leer la palabra museo rotativo pero no se lee muy bien lo que hay abajo.
—Bueno ya hemos llegado —anuncia mientras retira la llave del coche.
—¿A dónde? —pregunta mi curiosidad interior.
—No hagas tantas preguntas y deja que te lo enseñe.
Se va a la parte trasera del coche para sacar a Luna que coge en brazos y esta no hace afán de querer que la cojo yo. Creo que le ha caído bien Oliver porque está encantada. Voy a su lado hasta que llegamos a lo que viene siendo la puerta principal. Ahí en la entrada hay una mujer aparentemente con pocas ganas de vivir o de trabajar.
—¿Entradas para dos personas? —pregunta con más desgana que una persona que se reincorpora a su puesto de trabajo un Lunes.
—¿Si porque la niña no cuenta no? —suelta una pequeña carcajada.
—No, la niña no paga.
Oliver le da el dinero y la chica nos da lo que parece las entradas. Yo estoy intentando observar de que se trata esto pero no me deja ver lo que pone en el papel.
—Pasarlo bien familia —termina de decir la mujer.
No la corrijo, si ella supiera toda la historia seguro que estaría deseando.
Saber lo que vendría después pero ni yo misma sé lo que va a pasar.
Cuando Oliver abre la puerta puedo llegar a leer en el techo de la nave el nombre de distintas ciudades.