Mía
Estamos los tres tumbados en la cama pasando la mañana. Hemos decidió tener un día tranquilo. Luna y Oliver están jugando. Él se encarga de hacerle pedorretas en el estómago mientras ella no se detiene en su intento de no reírse. No puede conseguirlo y yo disfruto de este entrañable momento hasta que el timbre de la puerta me saca de mi momento familia feliz.
—Abro yo cariño...
Declara Oliver mientras intenta colocar las zapatillas.
—Tranquilo voy yo que ya tengo las zapatillas puestas. Vosotros seguiréis jugando.
Les dejo ahí tan agusto cuando miro por la mirilla para saber quién es. Dos policías bien vestidos permanecen tras ella.
—¿Si quien es? —pregunto para mi sorpresa.
—¿Es usted Mía Miller?
—Si, soy yo.
Les reconozco mientras abro la puerta sabedora de la gravedad de la situación. Por el tono todo hace indicar que algo no va bien.
—¿Tiene usted algún parentesco con el señor Luke Johson?
En cuanto escucho ese nombre de me ruboricé la piel y me empiezo a poner nerviosa.
—Si, bueno es el padre de mi hija. ¿Por qué ocurre algo?
—Verás en el día de ayer el señor Johson se precipitó con un coche antiguo al mar provocando grandes lesiones.
En cuanto escucho las palabras precipitar y coche todo el mundo se me viene abajo y trato de asimilarlo pero no lo consigo.
—¿Es broma verdad? —digo casi riendo porque no encuentro otra forma de hacerlo.
—En absoluto nunca jugaríamos con algo tan grave.
—¿Pero cómo está? —pregunto mientras observo que Oliver se acerca por detrás y me agarra de la cintura.
—¿Va todo bien? —pregunta interesándose en la conversación.
—El señor Johson permanece en cuidados intensivos y está en estos momentos en coma inducido. Tiene muchos daños. Creemos que lo mejor es que vaya usted misma a comprobarlo.
—No creo que sea lo mejor —Oliver toma la palabra por mí—. Ese señor salió de nuestras vidas hace ya mucho tiempo y lo mejor es...
—Oliver tranquilo —le detengo en su intento de hacer un discurso político. Iremos a verlo. Muchas gracias por avisar.
—De nada, que tenga buen día —se despiden ambos policías.
En realidad solo uno porque el otro tan solo ha estado en silencio todo el rato observando.
Cierro la puerta cuando estos abandonan el rellano y me quedó observando la mirada de Oliver que me apunta directamente a mi.
—Sé lo que vas a decir.
—Si, que ya decidimos en su momento sacarlo de nuestras vida. Ya lo conseguimos. Llevamos casi un año que no sabemos nada de él. Yo creo que lo mejor es que siga así.
—Puede ser, pero no quita que siga siendo el padre de Luna y necesite ver al menos como esta. No sé si hay alguien de su familia allí o no lo saben. Quiero ver, nada más. Después volveré a la normalidad como hasta ahora.
—Está bien. Si hace falta te llevo.
—Sé que tú no estás de acuerdo con esto pero gracias.
Cuando llegamos al hospital todos mis nervios parecen que están apunto de amenazarme con un ataque de ansiedad aunque pensándolo fríamente creo que un hospital es el mejor sitio del mundo para que te pueda pasar algo de esto.
—El señor Johson está en la unidad de cuidados intensivos. Tiene un horario de visita muy reducido y tiene que ser familiares directos.
—Yo soy su novia —menti ante la atenta mirada de Oliver que parecía que estaba echando fuego.
La mujer entonces se quedó observando con curiosidad a Oliver.
—Es mi hermano y es gay.
Jodete enfermera robanovios.
—Solo puede pasar usted a verlo. El deberá esperar en la sala de espera con su hija.
Cuando al fin consigo encontrar la dichosa planta después de dar doscientas vueltas por aquel sitio la habitación queda delante de mí.
Cuando abro la puerta me encuentro en la cama a Luke o lo que parece que es él. Está completamente tapado y vendado y tiene oxígeno puesto junto a la máquina que marca las constantes vitales.
No está solo, junto a la ventana y observando el exterior está su amigo ya tan famoso llamado Liam.
—Eres la primera que viene. Este tío está más solo que la una.
—¿Tú qué haces aquí? —le pregunte para mi información.
Juraría que la mujer de abajo dijo que solo podían acceder familiares y este era menos familiar que yo.
—Bueno, el coche que lanzó al agua sigue siendo mío. Fui el primero al que avisaron. Una pena... por el coche digo.
—No sé si te lo he dicho alguna vez pero me daba bastante asco.
—Tranquila. No eres la primera que me lo dice.
—Todo esto empezó por ti, tú has provocado esto.
—¿Y cómo estás tan segura? —me pregunta con una mirada un tanto amenazadora.