Verde. La tribu de los Quibicús

Siembra

— ¿Hay algo más que debería saber? —Le pregunté a Manuel entre lágrimas. — Como por ejemplo ¿dónde encuentro la bendita semilla, por dónde empiezo?

—Tu padre dejó este diario digital, solo tú puedes abrirlo.— Manuel me pasó el libro sin quitar los ojos de la carretera. — Debe tener alguna pista de la semilla.

—Necesita código de acceso —le dije luego de realizar una inspección detallada del mismo.

Mi padre era cauteloso, por lo que parecía, el diario podría tener la localización de la semilla, pero abrirlo sin la clave era imposible. Podía encontrar un hacker que abriera el mismo; sin embargo era casi imposible encontrar uno que pusiera su vida en riesgo y aquellos que lo hicieran pedirían una suma incalculable de bitcoins y dado los acontecimientos recientes, sería demasiado difícil acceder a mi cuenta de banco sin ser localizada por las tropas especiales. La mejor opción era encontrar la clave.

—Tenemos que volver a la casa —le dije a Manuel.

— ¡Estás loca! — me dijo molesto. — No podemos. ¿Cuántas veces tengo que decirte lo mismo? Tu tutora legal te traicionó, en el momento en que pongas un pie en tu casa sabrán que estás ahí.

—Tengo que ir, es posible que la clave o el código esté allá. — Le discutí molesta. ¿Cómo se atrevía a hablar así de Mima? — Además, ¿Qué pruebas tienes de que ella me traicionó?

—Ya te dije. — se aclaró la garganta. — Escuché cómo hablaba por teléfono con la compañía. Es mejor seguir. Iremos con los Quibicús.

— ¿Me puedes explicar cómo vamos a llegar hasta allá? Porque según recuerdo, la última vez que un humano se acercó al muro murió instantáneamente envenenado por la hiedra venenosa, además de que posiblemente no llegaremos porque, o seremos comida para los salvajes, o el equipo especial me atrapará. Tienen a Thiago, carajo. Y él es el mejor.

Paré un momento para retomar la compostura y el oxígeno.

—Conozco a alguien que nos puede acercar sin problema a la selva amazónica, — apretó la boca, como si estuviera incómodo. — nos llevará por un pasaje tranquilo y fuera de peligro.

— ¡Perfecto! — Dije algo molesta, quería ir con Mima. Quería despertar de esta pesadilla, pero en su lugar me dirigía a la mismísima selva amazónica en una misión imposible. Perfecto. — ¿Es alguien de fiar?

Manuel hizo una mueca, exhaló y tragó en seco, y luego de unos segundos me contestó.

—No.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.