Veridian Highs

I.

Las campanas resonaron con suavidad, anunciando la presencia de alguien en la puerta principal.

Ignacio se apresuró a abrir el cerrojo y, al hacerlo, encontró a un joven de aspecto impecable en el porche. En su nariz descansaban unos anteojos diminutos, y en los brazos llevaba libros y varias carpetas abultadas de documentación.

—Buen día, inspector. —saludó el muchacho, alzando la chistera que llevaba puesta.

—Emiliano, adelante por favor. —Ignacio se apartó, permitiéndole el paso—. Llegaste más pronto de lo que pensaba.

—Suele suceder cuando algo logra capturar mi interés.

El muchacho avanzó unos pasos, el lugar había cambiado mucho desde la última vez que lo visitó. Detuvo la mirada en el papel de tapiz con patrones intrincados en bermellón y los nuevos cuadros que retrataban a la familia que ahí habitaba. Su atención fue captada por una de las pinturas recientes.

—¿Esa es su bebé? —preguntó, sin apartar la vista del retrato. El óleo plasmaba a la perfección el rostro dormido de la recién nacida.

Ignacio asintió con una sonrisa, amplia y orgullosa, que cruzó su rostro sin que pudiera contenerla.

—Es muy linda, ¿verdad? Idéntica a su madre.

—El parecido es sorprendente. —admitió Emiliano, bajando la mirada antes de girarse hacia el inspector—. ¿Y su esposa? Escuché que el parto fue complicado.

—Así fue. Gracias a Dios puedo asegurar que ahora goza de mejor salud que en días pasados. Está con la bebé en nuestra habitación, si se encuentra dispuesta, puedo pedirle que baje a saludar.

Emiliano negó.

—No quiero ser inoportuno. No me atrevería a perturbar su recuperación pero le agradecería mucho si le transmite mis felicitaciones.

—Con gusto.

El joven se adentró junto al inspector al estudio de este último. Allí dejó caer sobre el escritorio todos los papeles que había cargado desde quién sabe cuándo, formando una montaña irregular.

—¿De dónde conseguiste todo esto? —preguntó Ignacio, hojeando la primera carpeta.

—Tengo un primo que trabaja en los archivos del gobierno—respondió Emiliano con naturalidad—. Fue relativamente sencillo.

—No recordaba que fueran tantos.

—Algunas son investigaciones que hice con anterioridad, —añadió, tomando un pedazo de carboncillo y una hoja en blanco— durante mi visita a Veridian Highs.

Ignacio lo miró con sorpresa, hacía tiempo que no escuchaba aquel nombre.

—¿Fuiste a Los Llanos? ¿Por qué? Pensé que mi testimonio sería suficiente para tu reportaje.

Emiliano negó nuevamente.

—¿Qué clase de cronista sería si no cuestionara la verdad que todos dan por hecha? Escuchar a los aldeanos no basta. Ellos solo vivieron el problema superficialmente... pero usted estuvo ahí. Usted trató con lo que fuera que estaba ahí. Es por eso que su confesión es tan importante.

Ignacio dejó escapar un suspiro, acomodándose en la silla detrás del escritorio.

—Sabes que esto no es algo que pueda resumir en unos minutos, ¿cierto?

—Tengo toda la tarde —dijo Emiliano, levantando la vista con determinación—. La noche, incluso, si es necesario.

Ignacio sonrió apenas. Estaba listo.

—Cuénteme, inspector Arriaga. —pidió Emiliano, preparando su hoja—¿Qué ocurrió realmente en Los llanos? ¿Qué fueron Los sucesos de Veridian Highs... y cuál fue su detonante?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.