Vermisst : The colorado project

I / II

Un fuerte diluvio musicalizaba aquella noche invernal de un veintidós de diciembre, volviéndola más sombrío aunque también relajante.

Debían de ser eso de las cuatro y el viento mezclado con la lluvia formaba un frío que calaba los huesos y adormecía dolorosamente las articulaciones.

 Sin embargo, allí estaba Harry, solo con un par de joggers deportivos mientras reposaba sus codos en el marco de la ventana, exhalando humo de su boca con un cigarrillo de hierbas entre sus dedos índice y corazón, mientras que había una canción de ‘’Catfish and the Bottlemen’’ sonando en sus auriculares, ambientando.

Su garganta ardía ligeramente y por momentos temblaba de manera leve por el frío, aun cuando al mismo tiempo le gustaba aquel sentimiento. Era paz lo que sentía en aquel momento, tranquilidad, de cierta manera.

Por primera vez en el día, se sentía tranquilo.

Al escuchar un portazo, su primer instinto fue apagar el cigarro contra el lado de afuera de la pared, porque odiaría que Louis lo encontrase fumando de madrugada, pero tan pronto como lo hizo notó que era su vecino quien estaba saliendo con una mochila negra al hombro y un paraguas en mano, el viejo de Bianchi.

Era un tipo de vibras oscuras, como su madre decía cada vez que los visitaba, que vivía solo junto a su mujer Margaret (a quien no se la veía casi nunca) en una casa de aspecto un tanto gótico y bastante demacrado, como si fuese un monasterio pero por supuesto que unas diez veces más pequeño. Al notar que estaba siendo observado, el hombre bajó la cabeza con desaprobación y se volvió hacia su auto, entrando con suma tranquilidad.

A veces Harry se preguntaba cómo aquel hombre seguía como si nada le importase, cómo algunas personas podían seguir sin sentir demasiado o con el corazón a la mitad.

El señor Bianchi había perdido a su hija hace unos meses en un accidente, pero sin embargo seguía como si nada. Incluso al rizado le extrañaba no ver a aquella chica de pelo castaño enmarañado volviendo a las cinco de la mañana.

Bianchi todos los días sin falta iba al trabajo y volvía, con el semblante serio, solo el día del funeral había llegado más temprano, pero luego todo siguió igual.

‘’Yo jamás podría’’ pensó.

Harry se acercó a su escritorio y dejó el mp3 que estaba usando, doblando cuidadosamente los auriculares y guardándolos en el estuche para luego sentarse en el alfeizar, balanceando sus pies en un compás y moviendo la cabeza al ritmo de una lenta y pacífica melodía que solo él podría apreciar, ya que la compuso días atrás e, increíblemente, la había amado y no dejaba de pensar en el ritmo, y como quien había inspirado aquella canción estaba junto a él ahora, durmiendo en la misma cama que él, todo estaba bien.

Su yo del pasado nunca hubiese pensado que eso fuese posible.

Vio pasar en total seis autos y algunos adolescentes apresurándose por entrar silenciosamente a sus casas luego de una larga noche fuera. Harry notó que las farolas de la calle parpadeaban y las luces de una tienda las veinticuatro horas se atenuaban y luego iluminaban bastante. Sintió una lágrima tibia caer por su mejilla, la cual quemaba un poco por lo frío que estaba.

Quizá era de tristeza, quizá de cierto alivio, quizá de ambas…

Al mirar al cielo, se dio cuenta cuanto amaba la brisa helada y que el discreto rocío mojara su piel, amaba las estrellas titilantes que parecían desaparecer por momentos, que la luna resplandeciente se mostraba con seguridad iluminando partes las cuales los faroles no podían y la tranquilidad de la noche. Sobre todo esta última.

En la noche no había gritos, no había tráfico, ni mal humor rondando. En la noche, los grupos de amigos salían y reían por el frío del ambiente pero por el calor que el alcohol causaba – o que otras cosas causaban – o aquellas parejas mayores que volvían de citas con sus abrigos caros y el sueño apoderándose de ellos, aun cuando deseaban que las noches no terminen nunca.

Le recordaba a él y a Louis, ellos eran una ridícula fusión entre las parejas mayores y los grupos de amigos, solo que sin tantos amigos a decir verdad.

-Tienes suerte de que no te odie, o ya te hubiese empujado.

-Joder Louis – El de ojos azules rio, abrazándolo por detrás y dejando un rápido beso en sus rizos – casi me matas de un infarto

-Son casi las cinco de la madrugada, ¿Qué haces? – Murmuró, alcanzándole un suéter color lavanda que había a los pies de la cama – Estas helado, ¿Enloqueciste?

-Me desperté y no pude volver a dormir – Mintió, y ante esto, Louis lo agarró del brazo suavemente para hacerlo bajar.

-Ni siquiera dormiste, ¿Verdad? – Lo abrazó mejor, cerrando los ojos al apoyar la cabeza en el hombro del más alto y suspirando por el cansancio – Hueles a cigarrillo

-No tienen nicotina – Se excusó rápidamente, separándose para ponerse la prenda que Louis le había alcanzado.

-Sigue siendo dañino para ti.

-Louis, tú también fumas – Refunfuñó, metiéndose bajo las sábanas y abrazando una almohada con forma de gato.

-Suelta esa cosa perturbadora o dormiré en el sofá.

-No le llames ‘’cosa perturbadora’’ a Hello Kitty, Louis. Charlie te la trajo por navidad, no seas así.




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