La alarma del celular de Louis sonó anunciando las nueve de la mañana, y Harry se removió con molestia. Tenía muchísimo sueño, podría dormir diez horas más.
Por suerte, la música del despertador cesó y Harry, sin ser consciente y aún más por el sueño, volvió a acomodarse dispuesto a dormir.
Por otro lado, Louis se apoyó contra el respaldo de la cama, pero un horrible dolor de cabeza lo tomó desprevenido, así que agarró el vaso con agua que había junto a la cama.
Intentó no maldecir en voz alta cuando vio su mano teñida de rojo, y automáticamente examinó a Harry, para luego darse cuenta de que era su nariz la que sangraba. Suspiró, probablemente del alivio de saber que no habían irrumpido en su casa aquella madrugada y solo era una hemorragia nasal; Se levantó para evitar ensuciar la ropa de cama y que Harry tuviese una crisis por ver gotas rojas esparcidas en su lugar.
‘’Joder’’ pensó mientras enjuagaba sus manos y pasaba agua cuidadosamente por su rostro, haciendo presión sobre su tabique y echando su cabeza lo más adelante que podía ‘’Hace mucho no tenía una hemorragia’’.
Al cerrar el grifo, Louis se quedó observando un punto fijo en el lavabo: Más específicamente, la sección donde su novio dejaba sus anillos por la noche. Los contó, cinco en total, y contó cinco segundos para inhalar con cuidado, tres reteniendo y cinco exhalando. Sintió un rumor en su pecho y la ansiedad, que ya se había vuelto parte de él, se hizo notoriamente presente y se instaló en su garganta como una quemazón que hacía cosquillas.
Se miró al espejo, y agradeció incluso al Dios en el que no creía por no desmayarse y por ayudarlo a ahogar rápidamente un grito de pánico que en algún momento liberaría.
Uno de sus ojos era totalmente negro, mientras que el otro aún tenía una fina linea color azul que delineaba sus pupilas. Era perturbador, era aterrador, y quiso arrancarse los ojos solo para no ver aquello.
Ante eso, el cinco de inhalar, tres de sostener y cinco de exhalar se fue al diablo, y se sentó contra la bañera sintiendo como el áspero suelo le lastimaba los talones.
Analizó el baño, incluso cuando lo conocía perfectamente porque la mayor parte del tiempo se encerraba allí para no tener una crisis frente a Harry. Se repetía que las paredes tenían grandes manchas de humedad y estaban bastante despintadas, que deberían arreglar eso y que el suelo estaba tapizado en una alfombra gris que, si no fuese porque casi siempre usaba unos slippers que Harry consiguió para ambos, sus pies dolerían siempre.
‘’ ¿Por qué le mientes?’’
-Ocultar la verdad no es mentir – Murmuró con desesperación – Llévenme a mí, no a él, sé que lo harán. Por favor, déjenlo – Repetía con histeria, tirando de su cabello.
Louis sintió algo recorrer su espalda que le hizo sentir escalofríos, por lo que levantó la cabeza y miró a su alrededor. Repentinamente, comenzó a escuchar ruidos, ruidos fuertes y gente hablando, incluso escuchó su nombre repetirse repetidas veces. Miró por todas partes, pero no había nadie. Sentía que estaba enloqueciendo y solo quería desmayarse para no escuchar aquellas voces.
Los sonidos se hacían cada vez más fuertes y no pudo evitar apoyar sus manos contra el suelo y llevando su pecho a sus rodillas que estaban apoyadas en el suelo, sintiendo que podría vomitar en cualquier momento, presenciando como los sonidos del mundo ya no estaban presentes y el mundo se veía borroso y confuso. Sus brazos intentaron alcanzar algo, el lavabo o quizá la puerta, sus labios se movían sin que él lo controlase, intentaban decir una palabra, un nombre, pero no podía hablar, no podía gritar, y era incapaz de moverse.
El mismo tacto que antes había sentido de manera leve comenzó a empujarlo contra el suelo, intentando que no se moviese; incluso más sonidos comenzaron a llegar a sus oídos, y se sentía como si estuviese en la puerta del infierno escuchando los gritos de las almas que rogaban salir.
No estaba seguro de lo que estaba pasando, ni siquiera recordaba por qué estaba en el baño. Su mayor deseo era irse, dejar este lugar, dejar este mundo y aquellos momentos como el que estaba sucediendo ahora, donde sus mente lo jodía cada vez más desde aquel maldito día que se desvió del camino.
De repente escuchó una voz, una voz que lo llamaba por su nombre y que, a diferencia de las que escuchaba antes, era amable, grave y dulce. Era algo nuevo, pero al mismo tiempo algo que ya conocía. Conocía esos sonidos, fue capaz de reconocerlos. Ya había estado allí antes, era su hogar.
Era Harry.
-Lou – Llamó por quinta vez el rizado – Desbloquea la puerta.
-No está encerrada – Logró vacilar, incluso cuando aquello no tenía sentido. Seguía escuchando leves voces susurrar su nombre y no lograba formular una oración.
- ¿Qué sucedió? – Preguntó el rizado al verlo acostado sobre su pecho en el suelo, respirando pesadamente – Dios santo Louis, tienes magulladuras, ¿Te duele?
-No – Respondió con sequedad, mientras buscaba la mano del rizado para asegurarse que este era real – Ocal me, bitte – Harry lo observó bastante preocupado mientras le acariciaba el cabello intentando calmarlo, hablaba incoherencias ¿Debería llevarlo al hospital?
-Lou no sé qué dices, ¿Quieres que vayamos a un hospital?