Harry tenía los ojos cubiertos, pero sentía la cercanía de Joanna, sabía que estaba de pie frente a él.
- ¿Sabes dónde estás? – Preguntó aquella desconocida que en algún momento había sido su amiga.
-No, juro que no lo sé, además tengo los ojos vendados. ¿Por qué? ¿Por qué me vendaste los ojos? – Harry oyó un suspiro bajo, y el rizado dejó de respirar cuando sintió algo frío presionarse suavemente contra su muslo.
- ¿Sabes qué es lo que tengo en mi mano, Harry? – Este asintió, ya sintiendo que no podría controlar su miedo. Estaba sosteniendo un arma blanca. – Supongo que sabes qué sucede cuando te vendan los ojos, Louis te lo habrá explicado.
-Cállate – Murmuró, y se ganó una fuerte bofetada en el labio de alguien detrás suyo que no había escuchado.
- ¿Dónde estás? – Volvió a preguntar mientras, según sus oídos indicaban, Joanna agarraba algo de una bandeja metálica – No puedes verme, pero solo te recomiendo que no me mientas.
Harry se cuestionó si decirle las tres localizaciones que había leído en linea, o callarse la boca y quizá ser libre, o quizá morir en el intento.
-Yo… leí sobre una isla, no recuerdo el nombre lo juro, pero sé que estaba cerca de Inglaterra. Es lo único que sé lo juro.
-Sabes más que eso, tienes veintiuno y aun así, eres ingenuo. Pude ver todo lo que investigaste, estaba planeado – Joanna agarró la muñeca izquierda de Harry, y luego de unos instantes, este sintió un horrible dolor; incluso teniendo varios tatuajes, se retorció del dolor e intentó quitarse la venda, pero Joanna lo hizo por él – Bienvenido a nuestro proyecto, solo sabe, que no te dejaremos morir.