- ¡Quédate quieto joder! – Uno de los hombres le gritó, abofeteándolo mientras intentaba hacer que tomara un líquido amarillento de una jeringuilla que, usualmente, lo hacía delirar y tener fiebres altas que lo hacían no poder diferenciar la realidad de sus sueños.
- No me voy a tomar esa mierda de nuevo.
-Claro que lo harás o te juro que lo lamentarás. Abre la puta boca – El rizado negó, mirando el techo y presionando sus labios. El médico bufó, y Harry escuchó un sonido de una hebilla detrás suyo, teniendo al hombre de unos cuarenta y tantos frente a él momentos después con su fino cinturón negro de cuero en la mano – Vas a agarrar la jeringuilla y tomártelo como un buen chico, ¿Qué dices?
- Pero tengo las manos amarradas – Respondió con terror, escuchando un golpe seco y sintiendo un dolor frío en su mejilla momentos después. Sollozó del dolor, causándose dolor de muñecas al intentar soltarse para cubrirse de otro posible golpe.
- ¡Tómatelo! – Volvió a ordenar al hombre con una sonrisa sádica, acercándosele lentamente.
El rizado se retorció para intentar agarrar aquella maldita cosa, pero era físicamente imposible, generando que un gimoteo de pánico se hiciera audible.
El hombre envolvió el cinturón alrededor del cuello del ojiverde, ejerciendo presión a tal punto que sintió que su garganta se partiría a la mitad y que el aire era rasposo al subir y bajar por su garganta.
El médico aprovechó que abrió su boca, boqueando por aire para que tomase aquel líquido antes de soltarlo.
- La próxima vas a colaborar, ¿A que sí?