Las consecuencias de haber olvidado cerrar las cortinas la noche anterior se presentaron como rayos de sol en el rostro de Harry, este cubriendo sus ojos para no torturarlos ante la repentina luz.
El ojiazul dormía en su pecho, su rostro en su cuello y sus brazos contra su pecho.
Estaba agotado. No había dormido más de dos horas seguidas, pero aun así se levantó con cuidado de no despertar al ojiazul, quien había dejado de removerse hace apenas un rato.
Se dirigió al baño, observando fijamente el lavabo y luego la ducha pensando cómo no lo había visto, pero el ruido del agua finalmente cayendo y golpeando el mármol lo forzó a lavarse dos veces el rostro, masajeando sus ojos para quitar los rastros de sueño de estos.
Se preguntaba cuántas veces debía lavarse y refregarse los ojos para dejar de sentirse enfermo con las pesadillas de anoche, y concluyó que nunca las suficientes. Ya no encontraba esa relajación que a veces tenía refregándose la cara varias seis veces o lavándose los dientes tres veces en veinte minutos.
Quizá su salud dental agradecería aquello, pero su mente no.
Tomó el uniforme que había dejado doblado sobre una silla que había en la habitación, entrando en este en silencio mientras observaba a Louis rebuscar su cuerpo, encontrando una almohada en su lugar.
Tendió la cama del chico, la cual no había utilizado la noche anterior y bajó las escaleras, notando que Finn estaba sentado frente a una ventana observando el cielo de la mañana como un niño.
No dijo nada al respecto.
- ¡Joder! – Maldijo Zahir al cortar su dedo mientras cortaba una naranja, Harry entrando a la cocina y observando al moreno.
- ¿Te ayudo con eso? – Sonrió el rizado al ver a Orión preocupado acercarse porque el muchacho se había lastimado.
- ¿Con mi dedo o el desayuno? Porque honestamente, prefiero que con el desayuno.
-Que va, con el desayuno, ponte una bandita – Se agachó y acarició la cabeza del perro, quien se recostó boca arriba en el suelo y abrazó su brazo con sus patas para no dejarlo ir. Le recordó al perro que tenían con Louis, tan cariñoso y delicado que formó una relación con ellos que Harry nunca antes había presenciado – Hola Orión.
-Es un malcriado, fue él quien me despertó porque me pasé diez minutos de las cinco.
- ¿Las cinco? La hora siempre fueron las seis treinta.
- Me gustaba ver el amanecer cuando sale de entre las montañas, entonces alimentaba a Orión a esa hora y pues, el cabroncito se acostumbró.
-Tú lo malcriaste, no le digas así – Regañó, lavándose las manos y cortando naranjas por la mitad con facilidad, a lo que Zahir gruñó con una sonrisa.
-Sí lo sé, sigue siendo mi niño – Acarició con la mano sana al perro, quien se tiró nuevamente al suelo sacando la lengua para pedir más cariño – Olvidé que tenía la mano mojada y se me pegaron todos tus pelos, pequeña bestia – Bromeó – Ya vuelvo – Anunció dándole una última mirada al rizado y dirigiéndose al baño.
- ¡Tú eres el nuevo! Oliver, ¿Verdad?
Adormilado y con pocas horas de sueño encima, casi le dice que se llamaba Harry, más al oír Oliver recordó.
-Ese soy yo – Sonrió - ¿Cómo te llamas?
- Dime Ody – Respondió con cierta alegría, dándole la mano.
Era una chica muy delgada, tanto que sus piernas eran del tamaño de los brazos de Harry. Era de tez negra, llevaba el cabello en seis trenzas que cubrían toda su cabeza y vestía un sweater rosa con otro abrigo encima y vaqueros, junto botas que lucían bastante abrigadas color beige. Uno de sus ojos estaba cubierto por una capa blanca, indicando que de este era no vidente.
- ¡Pensé que no vendrías hasta el veintisiete! – Saludó Zahir al escuchar la voz de la chica – Mejor, tenías razón, soy un asco y más para los desayunos. Lamento decir que tus pancakes daban yuyu.
- Necesito saber por qué Zahir dijo que unos pancakes daban ‘’yuyu’’ – Rió al decir aquella expresión que decía en el jardín de niños y, de repente, se sintió mal al recordar aquella época de su vida donde su madre lo apañaba y le cocinaba las mejores galletas de chips de chocolate.
- ¡Porque eran azules! Eran de arándano y este ya pensaba que intentaba asesinarlos con cianuro azul o algo.
- ¿Eso existe? – Preguntó serio, y Ody y Harry se miraron y comenzaron a reír.
Orión se preocupó por lo repentino de aquello y saltó sobre Ody, Zahir levantando los brazos y anunciando que iría a buscar madera para encender la chimenea, quejándose por lo bajo con una sonrisa.
No era muy notoria, pero Harry sabía.
-Ya me caes bien, ¿Sabes cocinar?
-Sí, solía trabajar en una panadería.
- ¡Me caes aún mejor! Haremos pancakes, pero de los normales que luego te acusan a ti también de querer envenenarlos – Rió, buscando delantales en un cajón y harina.
Harry pensó que, si no fuera por todo lo que había detrás de volver a la granja, quizá lo hubiese disfrutado mucho. Era una bonita experiencia, un tanto liberadora.