'' -Por última vez, Thompson, dime donde viven – Ordenó aquel hombre canoso de unos setenta años y que llevaba una bata de médico blanca, sacando su cabeza del agua y dejándolo respirar unos momentos. Según el reloj frente a él, fueron dos minutos dentro de la cisterna.
Negó con la cabeza, escupiendo agua en el rostro del maldito. Se ganó una fuerte bofetada que hizo que su labio se cortara con uno de sus dientes. Se relamió y dijo:
-Mátame, no te diré una mierda, hijo de…- El hombre lo sacó bruscamente de la gran cisterna sosteniéndolo del cabello y del brazo, dándole otra bofetada y aumentando la cantidad de dolor que estaba sintiendo. La quemazón en sus pulmones, su labio roto, la segunda bofetada que fue más fuerte…
-Te crees muy listo, ¿Huh? – Dijo, agarrando su rostro con firmeza para que lo mirara a los ojos, haciendo posible detectar que era un fumador regular – Con esa boca sucia y actitud altanera, pero aquí no eres nadie. No es una cárcel, no te ganarás respeto así. ¿Por qué hacerlo más difícil? Solo debes responder mis preguntas.
-Vete a la mierda.
-Bien – Aquel médico sacó unos guantes negros de un bolsillo a la altura de su corazón.
Su instinto le dijo al ojiazul que saliera de allí, pero el terror lo paralizó.
Se arrepintió al instante de insultarlo, pero no le diría donde estaba su familia o Harry.
El hombre agarró su muñeca y le puso una pulsera de acero, ajustándola bien para que no pudiera quitársela tan fácilmente, aunque lo intentó.
- ¿Qué es esto? – Preguntó con voz temblorosa, intentando deslizarla pero se estaba tan ajustada que ni se movía.
Sintió una extraña sensación en sus piernas. Intentó mover los dedos de las manos, pero no respondían. Movió su mano levemente pero parecía el brazo de un muñeco de trapo. Quiso repetir su pregunta, pero un quejido salió en su lugar.
- ¿Sabes qué sucede si tomas o te inyectas aconitina? Te mueres, es muy tóxica – Comenzó a explicar el hombre, cortando su camiseta con una tijera, dejando su dorso descubierto – Pero si la absorbes por la piel, solo funciona como un paralizante. Es temporal y no quedas inconsciente – Louis presintió que desearía estarlo. Sollozó en un gruñido, intentando moverse - ¿No eres tan rudo ahora, eh? Lo que quede de tu altanería, se irá gracias a mis muchachos. Parece que ahora no solo les interesan las tías. Pero eres maricón, ¿No? A lo mejor lo terminas pasando bien.
Esa fue la última vez que Louis insultó a alguien que trabajaba en ese lugar, y la primera vez que pensó en que realmente intentaría suicidarse si pudiese.
-Doctor B, encontramos al compañero ''
Sintió un fuerte olor a alcohol que lo hizo salir de aquel recuerdo, incorporándose de golpe y con la angustia surgiendo en su pecho.
¿O eran náuseas?
-Louis, ¿Cómo te sientes? – Preguntó Finn con acento neutro, dejando el algodón con alcohol en el suelo – Te ves terrible.
-Me veo como me siento – Respondió en un susurró – Me duele la cabeza.
- ¿Quieres que llame a alguien? Deberías ir al hospital. El centro está a unos treinta kilómetros, no es lejos.
El ojiazul quiso responderle que no era necesario, pero las náuseas se incrementaron al punto de que sentía el gusto de saliva salada en su boca, haciendo que se arrastrara.
Se levantó rápidamente y entre tropiezos llegó hasta el baño. Rodeó el retrete con sus manos, vaciando su estómago de un líquido negro azulado.
Escupió reiteradas veces, con miedo, intentando eliminar todo.
-Lou – Zahir entró tras el al baño, preocupado.
-Vete – Pidió con una mueca de repulsión ante el sabor en su boca– Es asqueroso.
-Vamos a ir al hospital.
-No, no, Z, no. Esto quizá no sea algo, ya sabes, normal, no puedo arriesgarme.
- Bien, pero dejarás que una de las huéspedes te revise. Tiene un título de medicina, puedes confiar en ella. Además sabe cosas raras y eso – Louis rio con sequedad, levantándose para asearse. Se tambaleó un poco, por lo que el moreno le ayudó a apoyarse sobre el lavamanos, sosteniéndolo de la cintura.
El espejo reflejó la aterradora palidez en su rostro, sangre seca sobre su boca y al costado de su nariz y restos del líquido azul en sus labios.
No solo reflejó su aspecto horroroso y aterrador, también reflejó cómo era su vida ahora.