Ni Harry ni Louis tenían hijos, pero Aaliyah para ellos se había convertido en esa figura, en esa pequeña personita que debían cuidar a toda costa.
Pero la expusieron a los peligros de sus dones, a aquellos tipos que querían explotar sus cuerpos y volverlos dóciles por alguna razón que no comprendían. Algunos tenían la escuela como institución de encierro, o la fábrica para los adultos, y para ellos sería el laboratorio.
Cuando le quitaron a Louis la bebé de sus brazos, y tener que rogarle que se calmara para que no lo dañaran fue de lo peor. Sintió que no estaba luchando por ella, pero el miedo al poner a aquellos que más amaba en más peligro era más fuerte; Más grande.
El dolor de cabeza era insoportable. Se iba y volvía cada vez más fuerte, haciendo que dejara de respirar por momentos para ver si se desvanecería si lo hacía o no.
Había bastante olor a alcohol etílico, humedad y a algo putrefacto, más no pudo detectar qué era, y tampoco quería saber realmente.
Despertó en una vieja cama de alambre con un colchón que olía a abuela y cerrado con un dulce canto de una triste nana. Era un lugar donde la pintura color crema de las paredes estaba rascada por la humedad y dedos intrusos, el suelo era de madera a juzgar por el ruido que hacía y había varias camas más; Literas, para ser más específico, no había notado la cama sobre sí.
Aquella hermosa pero triste voz proveniente de una mujer de ojos miel avellana y con un niqab negro cubriendo sus hombros y su cabello, cantaba angelicalmente una melancólica canción de cuna.
- Malak jamil, la taqlaqi, sa'akun fi aljanat, abnati, sa'akun hamiatan lak, ya hamamat alsaghirat, sawf yaetanuwn bik wayaelamunak alzuhfa. Fatati alrashiqat walqawiata – Harry observaba a la chica, confundido pero con una tonta sonrisilla en su rostro. Esta, al notar que estaba despierto, le sonrió con los ojos – Me alegro de que hayas despertado, Louis estaba preocupado por ti – Las erre en su pronunciación eran suaves y resbalaban un poco. No pudo identificar de donde era.
- Uhm – Rió suavemente, haciendo una mueca de dolor por una puntada en su pierna – Disculpa pero ¿Quién eres? No te recuerdo, lo lamento.
- No me conoces – Masculló, observando a una adolescente de unos quince años que se acercaba para sentarse a su lado, su cabello largo y descubierto y con sus ojos delineados de negro – Conociste a mi hermana aunque no en las mejores condiciones.
Harry la observó con duda unos segundos, y encontró la verdad al mirarla a los ojos por unos segundos, y con duda preguntó:
- ¿Eres la tía de Aaliyah? – Sus ojos se arrugaron, y asintió con la cabeza, dudando en si tomar la mano del rizado o no, decidiéndose por no hacerlo y dejándola sobre el fino edredón a los costados de su cuerpo.
- Soy Mathangi Amin – Se presentó formalmente – Quiero agradecerte por cuidarla. Los americanos tienen un sistema horrible de adopción, y la hubiesen condenado a una vida de tránsito, con familias que la cuidarían pero la llevarían de vuelta al ver lo especial que es.
- No, por favor no lo hagas. La hemos puesto en peligro, y ahora que…- Le cortó con un gesto con la mano, y antes de poder decir algo, la adolescente que supo, se llamaba Jada.
- Aaliyah no puede volver con nosotras – La adolescente sentenció, su mirada fría. Harry frunció el ceño, ¿Cómo supo qué iba a decir? – Es complicado.
- Si realmente no quieren eso puedo llegar a comprenderlo, pero necesito que me expliquen. Ella eventualmente preguntará, y sería injusto no darle respuestas.
- Su madre fue una joven ejemplar que la casaron a los diecisiete y que quedó embarazada meses después, que le han dicho que Allah promete que Él proveerá según las necesidades de uno – La chica suspiró, su mirada denotaba agotamiento y dolor más no cedió a la necesidad de llorar – Y que cuando dijo que era demasiado joven para casarse, para tener una familia y para mantener un hogar, no era una excusa válida, y que era incrédula ante nuestro Dios y que durante miles de años, la gente se ha casado a una edad temprana y ha vivido bien.
- Lo siento tanto – Murmuró con un vacío en su pecho al escuchar todo el dolor en la voz de la Mathangi al recordar a su hermana. Jada colocó su mano sobre la de Mathangi y otra sobre la de Harry, siendo la principal conexión entre ellos
- Sé que le darán la vida que la pequeña merece, ¿Sí? – El rizado asintió, entre lágrimas de tristeza pero también de cierta felicidad de saber que, si todo aquello estaba sucediendo, era porque la chiquilla estaba bien y cerca – Nunca dejen que piense que no la han amado. Amaya la adoraba, siempre fue su niña sagrada y la razón que encontró para seguir en este mundo.
- Se lo recordaremos siempre – La chica asintió, con los ojos enrojecidos y rompiendo en llanto – Te juro que la cuidaremos bien.
- Lo sé – Comentó con la voz entrecortada y rasposa, aclarándose la garganta – Sentí el amor que recibió cuando la volví a sostener en brazos, irradiaba felicidad aunque no entiende el concepto y estaba asustada. No le confiaría su vida a nadie más, menos a mis padres, además de que ella es como ustedes.
- ¿A qué te refieres? ¿Ella…? – Asintió.
- Todos los que estaban en aquella estancia tenían un don, y por eso atacaron ese lugar en específico. Amaya podía inducir al sueño, un don que van a desear tener – Bromeó, haciendo que el rizado sonriera leve y tontamente.