Corría, veía neblina por todas partes, una figura amorfa aparecía y desaparecía a mí alrededor, reconocí su presencia, sabía muy bien que estaba ahí por mí, pero le daría batalla, no volvería a pasar, no dejaría que nadie más saliera lastimado, acabaríamos este juego de una vez por todas.
Se acercaba y me acechaba. Estaba lista para su ataque cuando lo escuche venir. Él apareció de la nada.
-¡No! Quítate del camino, esto es entre nosotros.
-¿Crees que dejaré que todo nuestro esfuerzo sea en vano? Estás loca, tú huye, yo lo detendré, tienes que llegar a él, está más cerca cada vez, la hora se acerca…-había cambiado todo en mi sueño, ya no era a colores, las imágenes eran cortantes. Me veía, a mi alrededor no había más que oscuridad. Sentí la tristeza invadir mi cuerpo, me pedía que recordara antes de que fuera tarde, que recordara lo que me habían dejado, que recordara quien era, porque estaba aquí, “tienes que hacerlo, lo que más amas depende de ello” ¿amar? Si yo no amo a nada ni nadie, tal vez aprecio, quiero, pero yo no puedo amar. “cambia, cambia antes de que algo ocurra, Zoí” nadie me había llamado así desde hace bastante tiempo. “Zoí, recuerda tu pasado, tu futuro depende de ello, él depende de ello, solo tú lo salvarás”
-qué…
Desperté.
Bienvenida a la universidad, llena angustia, ansias, idas y venidas, ya no somos niños, estamos aprendiendo a vivir en el mundo de los adultos, las reglas son simples: uno obedece al de la cima de la sociedad, eso quiere decir quién tiene más dinero.
Lo bueno de estos nuevos sistemas es que todos los trámites se hacen por internet, así que no tenía que aguantar malas caras hasta el inicio de clases, ya con mi horario y un mapa para evitar perderme lo humanamente posible.
Llegaba tarde, era mi único punto débil, la puntualidad, o bueno lo que yo creía puntualidad. Llegar un segundo antes que el profesor me bastaba. Corría por el pasillo y, como a las personas que llevan más prisa siempre les ocurre, choque, pero no con cualquiera, para mi desgracia no era cualquiera, fue con la persona más conocida de la escuela y por lo que había escuchado del país también al parecer (aunque mi universidad era pública también tenía el mejor sistema de educación por lo que asistía toda clase de personas, unos por una módica donación y otros por su esfuerzo, como en mi caso) ya que no me interesaba en lo más mínimo no le presté más atención que para agradecerle cuando me ayudó a levantar mis cosas, disculparme por mi torpeza y sin más marcharme como si nunca hubiera ocurrido.
Por suerte mi profesor aún no había llegado, dejé mis bolsa en el primer asiento que encontré y me senté a leer un poco lo que veríamos en la clase. “¿Cómo podía ser yo tan torpe?” No se había hablado de nada más que no fuera esta nueva persona, un joven alto, guapo, musculoso, con el cabello del mismísimo adonis (citando textualmente como lo describían). No podían existir muchas más personas como él, con excepción tal vez de otra persona, un hombre de tez pálida y cabello bronce, los ojos tan profundos como el mar de noche.
Para mi suerte ya no había nadie más en el pasillo pero eso no dejaba de lado el hecho de que si quisiera él podría hacer que antes que empezara el segundo semestre del año consiguiera mi vida envuelta en llamas y como buena profeta así el infierno comenzó.
Escuché el rechinido del banco a lado del mío, cualquier persona que se sentara en ese lugar no era mi asunto, me abstuve de voltear, pero porque yo lo ignorara no significaba que recibiría la misma moneda de vuelta. Él no dejaba de hacer ruido en la clase que ya había comenzado. No lo pude soportar más, estaba ahí para aprender, tener al menos buenos estudios para gozar la vida que me habían quitado.
-disculpa estamos en clases, y te agradecería que guardaras silencio- dije sin voltear a verlo.
- las personas educadas al menos saludan a sus amigos “Zoí”- habló una voz gruesa y calmada.
Asustada voltee la cabeza, nadie me conocía como Zoí, había cambiado mi nombre desde que entré en el orfanato, era improbable que algo así estuviera sucediendo.
- Qué demonios...- no podía ser posible, no podía ser nada más que una broma.
- Ni un hola, no lo pude creer –susurró apenas perceptible- después de chocar conmigo… me decepcionas. Y déjame decirte que te había estado buscando por toda la maldita ciudad. Eres muy escurridiza así que la vas a pagar y caro- con su voz seductora me decía, pero claro que eso ya lo sabía, ¿no se los acababa de decir? Sentado ahí con su cabello oscuro peinado de una forma bastante moderna, y atractiva, indudablemente eso me hubiera parecido si no hubiera estado tan aterrada de encontrarme con Cristol. Había crecido considerablemente, o era lo que yo me imaginaba ya que sentado a mi lado sobresalía incluso aunque sus piernas cruzaran del otro lado de la mesa. No necesitaba extenderse en todo potencial para imponer su altísima figura, no obstante, mayor que yo, sabía que había perdido tiempo de estudio, ya que su familia aún con lo prestigiosa que era lo llevaban de aquí para allá, así que no había mucho tiempo para aprender ciertas cosas. Encontrarlo ahí sí que era algo inesperado.