Verona

Capítulo 2

No había tenido un día tan agotador hace mucho tiempo, primero el encuentro con Cristol, que sacara mis cosas de mi apartamento, la insistencia de esos tipos, la aparición de una figura extraña, el reencuentro con la casa de mi infancia y la visión de una batalla de dos formas nebulosas, vaya día, y los que me esperaban.

 

Desperté con el amanecer, olí la hierba húmeda, y la niebla. Con el canto de las aves recuperé mis sentidos, sin embargo esto no fue lo que me levantó, había alguien en mi habitación, y de hecho recientemente me acababa de dormir así que encontraba a esta persona muy irritante. Intenté ignorarla, volver a dormir, no a soñar, porque aunque no lo recuerdo sé que no era placentero después de la noche pasada.

 

-Verona, sé muy bien que estás despierta y me escuchas- ¿no podía dejar de molestar aunque sea por un día?

 

-no me molestes, no he dormido suficiente para tener las fuerzas ni siquiera de intentar golpearte.- escuchaba mi voz rasposa.

 

- pues si no te levantas vamos llegar tarde a clases - salté de mi cama y me dirigí al baño, enfurruñada, me daría una ducha. Lamentablemente tendría que ponerme la misma ropa.

 

-apúrate, nos queda media hora para salir- escuchaba su voz a través de la puerta.

 

-¡lárgate de mi habitación Cristol!- le grité resentida por la falta de sueño.

 

-estas en mi casa.- con la obviedad respondió, siempre había sido su punto fuerte en ganar la razón dejando al descubierto lo obvio.

 

-¿así tratas a tus huéspedes?

 

Estaba molesta y avergonzada por cómo le había contestado, pero no podía hacer algo más. No quería que me tratara de nuevo con tanta familiaridad para que la separación fuera difícil nuevamente.

 

-eres una pesada- Esperaba de verdad que cualquier cosa que pasara de ahora en adelante no le trajera nuevamente problemas. Aunque me portaba como si ya no le tuviera ningún aprecio realmente estaba feliz de que me hubiera buscado y encontrado. Después de todo había alguien que aún se preocupaba por mí.

 

-lo sé, tu eres un idiota, ahora lárgate- escuche sus pasos salir de la habitación y alejarse. Tal vez había sido dura con él, o más que dura, si me dolía pero tendría que esforzarme más.

 

Podía relajarme un rato en la ducha, dejaba que el agua caliente corriera por mi cuerpo, no es un lujo que me podía dar con los gastos de mi sencilla casa, tomaba los shampoos y disfrutaba los aromas, los jabones. Con tantas sensaciones en mi cuerpo tomé plena conciencia de mi situación, de nuevo no tenía casa, dependía de Cristol de cierta forma y había sido atacada.

 

Los recuerdos de mi anterior encuentro con algo extraordinario había sido solo las de mis pesadillas que se convertían en realidad, pero nada más, no había absolutamente nada que en mi cambiante mundo me hubiera asombrado más que las esencias, como ahora les llamaba, de ayer.

 

Los ojos finos de la esencia color vino me asombraban, en el momento que la más oscura se había acercado de más, noté en ellos un matiz de terror sincero por mí. Aunque no sabía si alegrarme o asustarme ya que me había protegido hasta estar completamente a salvo. Tardé más de media hora en el baño, pero cuando busqué mi ropa esta ya no estaba, la habían tomado y dejado en su lugar un vestido dividido en falda y blusas diferentes, zapatos, y ropa interior nueva (para mi vergüenza). No es como si no me gustaran, más bien que no podía confiar que no me pediría algo a cambio, de eso estaba consciente aun en el baño, de este estaba preparada para pagarlo, pero no los caprichos de alguien más.

 

-¡demonios!- se me había hecho tarde, no era hora de discutir. Me arregle en menos de 10 minutos y salí disparada, Cristol ya me esperaba.

 

-tomaste tu tiempo - llevaba puesta una polo blanca, pantalón negro a juego con sus tenis blancos de marca, el cabello despeinado y brillante.

 

-cierra el pico y corre- la vida se había vuelto a este ritmo desde el día anterior y no veía fecha para que regresara a la normalidad.

 

Sería la primera vez en mi vida en llegar realmente tarde, no debí haberme dejado llevar por ese impulso, pero quién sabe cuándo tendría una oportunidad como esa de nuevo.

 

Según cómo íbamos pasando las personas volteaban a vernos, Cristol siempre había llamado la atención, desde nuestra infancia cada vez que salíamos era tema de chismorreos, pero ese día eran más fuertes, no parecía importarles que él los escuchara. A mí jamás me han gustado los chismes así que nunca presté atención, tendría que ser muy estúpida para involucrarme en un juego tan idiota.




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