Verona

Capítulo 3

No era como la situación anterior, no se parecían en nada. Ellas sabían perfectamente lo que estaban haciendo. Cuando entramos en el cuarto lo que pude ver fue una imagen más horrible que ninguna película puede imitar, aunque pongan sangre a montones u órganos por todas partes.

 

No es que lo puedas imaginar, si vivieras una accidente automovilístico o aéreo tal vez pudieras darte una idea, solo del resultado final, porque exactamente lo que sucedió fue peor que todo, fue real para mí.

 

Entramos, las esencias desaparecían y aparecían como siempre, pero no tenían formas definidas. Eran bestias de diferentes formas, enormes, con garras y colmillos, manchados de sangre, era una masacre. A mi izquierda veía una persona con mirada suplicante, la esencia acechándola, lo tomó del brazo, lo zangoloteo, y aunque era un señor de mediana edad, lo movió como un trapo. Escuché un sonido que cruzó todo mi ser, y hasta que no vi la boca de la persona no comprendí que era él quien estaba gritando. Se escuchó otro más y salió despedido, pero el brazo era un trofeo para la esencia. En todo momento estaba petrificada, en mis ojos no había nada más que la escena ante mí.

 

Sentí a alguien llegar por detrás, reaccioné en menos de un segundo, me voltee y lancé una patada que Dóminic amortiguó fácilmente. Su rostro reflejaba mis temores, pero sé que no solo era eso, también era tristeza por todas las personas en el lugar que sufrirían igual que el señor que acababa de ver.

 

-No…- le dije suplicante.

 

-tenemos que irnos- desvió la mirada, no me veía a los ojos, estaba apenado. Él sabía el aprecio que yo sentía por aquellos que trabajaban conmigo.- lo siento Verona, es hora de irnos.

 

-¡No!- me tomó por las piernas, mi peso recargado en su hombro.

 

-¡Cristol! Trae a Luna- ella estaba peleando con él para acercarse a alguien en el piso, alguien que estiraba su mano para alcanzar la de ella. Jalaba, pateaba, chillaba, era como ver un espejo, no quería dejar atrás a nadie.

 

Nos jalaron a ambas, les costó mucho trabajo levantarnos, yo me detuve con todo lo que encontraba.

 

-¡BAJÁME DÓMINIC! ¿Qué crees que estás haciendo? ¿Qué no ves?, hay que regresar, necesitan ayuda.- en ese momento alcancé a ver a quien le extendía Luna la mano. Era Amanda que estaba en el suelo, pero más que pedirle ayuda a Luna le decía que se fuera, la conocía mejor que yo, y puedo decir que Luna era más cercana a ella de lo que yo alguna vez llegué a ser. Se había levantado cuando la perdí de vista.

 

-Seríamos los próximos, si no ¿a quién crees que vinieron a buscar?-escuchaba enfado en su voz pero no entendí.

 

-¿a qué te refieres? Yo no he hice nada para provocar esto… entonces al menos llamemos a alguien- Necesitaba ayudarlos como fuera.

 

-no puedes hacer nada para ayudarlos, ya están muertos.

 

-¡NO!... ¡bájame!... ¡Cristol! Dile que me baje.- mi garganta se desgarró con cada palabra que grité, el dolor era muy filoso y cortaba mi cuerpo conforme salía. Mientras Cristol y Dóminic ya nos llevaban más lejos de todo, se siguieron escuchando los ruidos y sirenas, que bien sabía, solo aumentaría el número de muertes.

 

-él tiene razón, no hay nada más que hacer- con pena en su rostro nos llevaron fuera al auto que presumo era de Dóminic, él le lanzó las llaves a Cristol.

 

-conduce- Cristol sin dudarlo se fue al frente con Luna de copiloto, a mi básicamente me tenían amarrada en los brazos de Dóminic. Luna ya se había calmado después de un rato de haber peleado, yo era quien intentaba arrancarle los ojos a mi guardia.

 

- maldita sea Cristol da vuelta, regresa, y tú… suéltame de una puta vez.- seguía encarcelada en sus brazos.

 

-no le hagas caso Cristol, sigue conduciendo, y tú… ya cálmate, no vamos a regresar, no te has dado cuenta de que a ti a quien buscan. -me cortó de forma amenazante

 

-ya te dije que yo no hice nada- no lo quería escuchar… de cualquier palabra existente en el mundo, ya que significaba que las personas del café habían sido asesinadas por mi culpa. 

 

Él no era tan idiota como yo creí, se dio cuenta de mis pensamientos, leyó mi mirada, ya no estaba atrapada en sus brazos, me sostenía pero no era una cárcel, estaba evitando que cayera en un abismo. Él supo que era fuerte, hace tiempo que no había llorado, es cierto que era un chica asustadiza muchas veces, también es cierto que cuando pequeña no hacía más que llorar, pero había cambiado, no lloraba solo por tristeza, era más por la culpa, la impotencia y el abandono. La causa de todo lo que había ocurrido era yo. No podía hacer nada, lo sabía bien. Tenían razón no podía hacer nada, no importaba la fuente, si no la reacción. Lo odiaba. 




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