Salí corriendo, no sé hasta dónde llegue o como regresé, no conocí a nada ni a nadie. Con un portazo me encerré en mi habitación. Le pedí y le supliqué a la casa que si de verdad quería protegerme no dejaría que nadie se acercara a mí, ni que me hablaran, molestaran ni nada, pero lo más importante y en lo que no me equivocaría de nuevo. No dejaría que Luna ni Dóminic por ningún motivo fuera el que fuera entrara en mi cabeza. La casa inmediatamente emitió un brillo blanquecino que tomé como la afirmación de mi petición. Se activó a lo que yo necesitaba.
¿Qué iba a hacer? No solo Dóminic no me quería sino que también me odiaba… “no puedo negar estos sentimientos, pero entonces soy la culpable de todos tus males. Piensas que lo único que busco es pensar en mí. Que todos me alaben o me mimen, antes tal vez lo hubiera dicho, pero ahora no podía ni imaginarme haciendo tan ridícula petición. Yo ya no quiero sentir que soy egoísta o que no me importan. En esta casa encontré a las personas que siempre había deseado a mi lado. Personas que me podían comprender porque ellas mismas también poseen poderes, porque perdieron a sus familias, porque han sido ignorados, o discriminados. Somos todos muy similares pero en lo que yo me diferenciaba era que solo me lamentaba cuando ellos lo que más querían era salir adelante. No podía compararme aun con lo que eran ellos, ni con Dimitri o Yeral, ni Rose o Luna, menos aún con Cristol o Dóminic. Confiaban en ellos y en los demás. Yo solo quería ser así, con el poder para proteger a los que quería, y así lo intenté. Fui con Rose para que me hablara de nuestro poder y sin embargo fue con ella misma con la que terminé descubriendo…”
La urgencia de verla era mayor que nunca. Ella sabía que amaba a su hermano, nadie más, con nadie había hablado de ello, pero muy seguramente en el camino a su habitación podía encontrarme a alguno de ellos. No les había prestado atención pero curiosamente parecía que estaban escuchando. Todos estaban en el pasillo de la recámara de Dóminic, hablando entre ellos o subiendo las escaleras, lo curioso es que no vi que se movieran de su lugar continuando el movimiento, por lo que puedo deducir que escucharon, y lo que menos me apetecía era encontrarme con cualquiera que no fuera Rose y me preguntara qué había pasado desde un inicio.
Rose sin embargo lo comprendería. Pero ¿cómo llegar a ella?
Intenté hacer lo que había hecho Dóminic buscarla por el plano conciencia… pero en realidad aunque no me costara trabajo entrar a conciencia porque era el radar que se activaba en mí en cualquier momento si me costaba encontrarla. Todo se veía turbio y nada nítido. Mis sentimientos tan confusos, tan activos provocaban que no me fuera capaz concentrarme. Lo acababa de hacer.
Había buscado a Ethan y Jackes hace menos de una hora y no podía acercarme a ella estando a unos pocos metros de mí.
No entendí nada, no comprendí qué hacer, no sabía si quería hacer algo para empezar. No tuve la menor idea de que me tocaba en todo esto. Lo único que pensaba era él y cómo podía ser tan cruel con Jackes, ignorar lo que tan hermosamente me pintaba estando enamorada de una persona a la que solo le causaba fastidio y que obviamente no sentía lo mismo.
Me levanté del piso ya que había quedado tendida entre la desesperación, el sufrimiento del corazón y del cuerpo por el llanto. Tomé una almohada de la cama y grité en ella con todas mis fuerzas intentando que el dolor se desvaneciera pero no fue suficiente. Con todas mis fuerzas la aventé al mueble de mi habitación provocando que se cayeran varias cosas que había olvidado tenía ahí. Un objeto de lo más valioso se estrelló contra la fría madera del piso.
Después de que Cristol mandara sacar mis cosas del departamentito en mi antigua ciudad había perdido mucho entre un lado u otro, lo único que no se me había olvidado pedir o buscar fue una maletita que tenía objetos sentimentalmente valiosos, por no decir la maleta que mi padre me había puesto en la espalda cuando se despidió de mí. Cristol la había sacado antes de la casa y llevado consigo hasta que encontró la oportunidad de devolvérla en la nueva casa. Aunque había sido valiosa por tanto tiempo la había olvidado por todo lo que me había estado pasado.
Agradecí mucho que Cristol la hubiera sacado pues de otra forma indudablemente la hubiera perdido.
Cuando huí de la casa de Cristol era lo único que me había llevado y no me atreví a abrirla en las calles por temor a que me la fueran a robar. Lo más valioso que tenía en ella era el reloj de mi padre.
La abrí apenas viendo lo que hacía pues las lágrimas aún dejaban toda mi vista nublada. Tenía un pedazo de papel de la oficina del papá de Cristol en el que él y yo habíamos escrito nuestros sueños que para ese entonces me parecían muy lejanos. Una flor seca de nuestros días de campo con mi familia. Un osito de llavero que me regaló Santiago en mi cumpleaños, el único regalo que conservo de él. Y ahí al final, lo más pesado el reloj de mi padre. No habíamos tenido mucho tiempo para hablar de cosas importantes o que me pudiera dar consejos, pero siempre que me sentí sola me abrazaba a él pues tanto el reloj era de él como la bolsa la había hecho mi madre.