Verona

Capítulo 22

-Capricorn lalin, S’ajité Wolf- esas voces las reconocí, cuando me había trasladado de mi habitación a la de Rose, cuando había sentido un cuerpo chocar contra mí, las voces que salieron de la boca de mi amiga, en el sueño del lago infinito, pero no solo en estas ocasiones, tenía la sensación de que antes, mucho antes de todo, de conocerlos, ya las sentí familiar- Zoí, Omeyocan- repitieron, más que entenderlas sabía lo que querían decir.

 

Me llamaron en un plan más profundo, dentro del corazón. Para que recordara, para que actuara.

 

-Verona, ¿qué haces aquí afuera?- Sostenía mi reloj nuevamente, el mismo trance en el que me había perdido estando con Jackes sucedió de nuevo.

 

-¿quién está llegando Dóminic?- voltee a ver sus ojos, no quería usar más mi campo, estaba muy agotada por todo pero sabía que teníamos que seguir.

 

-Me contacté con los del coliseo, supongo que vendrán ellos. Al parecer todos están ilesos, nos separamos antes de que los gemelos nos encontraran y pudieran sacar de peligro, que es exactamente lo que les sucedió. Aunque no alcancé a escucharlos bien, parece que algo cambió.

 

-Hoy más que nunca, es un día distinto.

 

-Creo que será mejor si me adelanto y los traigo hasta aquí, este parece ser el lugar que estábamos buscando. Es mejor que te quedes esperándome, no parece que puedas soportar el camino.

 

-Estoy de acuerdo.

 

-¿Qué planeas Verona? Desde que te conozco ni una sola vez has aceptado ni tan rápido ni tan sencillo lo que te digo.

 

-Solo estoy cansada, pero creo que te debes apurar. Si no estoy equivocada estaremos a unos Kilómetros de dónde empezamos.

 

-No creas que he pasado desapercibido el traslado tan peculiar que tuvimos, pero por el momento lo voy a dejar pasar.

 

-Esta bien

 

Dóminic me vió con una mirada escéptica hasta que decidió que no ocultaba nada ya, que no podía captar realmente mis pensamientos. Lo que no sabía era que había sido intencional.

 

El shock que me había producido ver ese lugar tan familiar me había desubicado, más no lo suficiente para no saber que tenía que alejar a Dóminic a toda costa.

 

Se fue segundos después, dejándome envuelta en mis pensamientos. Sabía que había vivido en esa casa, sabía que tenía una historia muy profunda en mí. Era parte crucial de mi vida y no la podía recordar. No recordaba a Santiago en ninguna de las habitaciones pero si los ornamentos. No veía a mi madre o padre pero si a otros muy familiares.

 

La vasija sobre la mesa. El sillón, incluso los rayones en las paredes, me eran en extremo conocidos. 

 

El reloj palpitó de nuevo en mi mano como si tuviera vida propia, cálido, una pequeña criatura entre mis dedos.

 

La invasión no me tomó desprevenida, con cada golpe cada esencia que veía, cada alma que percibí con mis habilidades hacía que la alarma incrementara, por la misma razón intenté hacer lo más pronto posible que Dóminic se fuera, hasta que se acercara a Rose no se daría cuenta de lo que sucedía, la suerte fue que ellas llegaron cuando él estuvo lo suficientemente lejos de mí para no poder percibir mi estado de alerta.. Sabía muy bien lo que tenía que hacer, la razón de cómo es que habían llegado era lo que me seguía preguntando mientras corría a enfrentarme con la cantidad más grande de penas que hubiera alguna vez sentido, a encontrarme con guerras, con desastres, a encontrarme con la maldad pura de la que había estado huyendo durante tanto tiempo. 

 

Al salir al prado detrás de la estancia lo supe apenas lo vi. Era el de mis sueños. Los sueños que me habían atormentado desde la noche que caí enferma, la noche que discutí con Dóminic, la noche en la que había decidido por primera vez entregarme a alguien, a Jackes en particular, la noche en que había empezado a cambiar realmente. Lo supe, sabía que pedían la vida de Dóminic a cambio de la mía, pedían que el fuera sacrificado para que todo el poder que estaba dentro de mí fuese perdonado. Querían que yo desapareciera del mundo, era tan antinatural como ellos, pero había hecho una promesa.

 

-Voy a vivir- les dije casi en un susurro, sin embargo sus expresiones denotan el conocimiento de mis palabras. La batalla se había desatado, lo encabezaba las personas que menos me esperaba, o que menos quise: Ágata y Jean.




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