Me sorprendí destripando una ranita de papel…
Al darme cuenta de lo que mis manos hacían, casi mecánicamente, se me paró el corazón.
Había una escena del crimen encima de mi pupitre. Todas sus tripitas blancas regadas sobre mis uñas. Me fijé en su pálida piel, quizás tan blanca por el terror. Tomé su desquebrajado cuerpecito y lo sepulté en una fosa, junto con otras creaciones, creaciones pasadas también asesinadas.
Allí, en mi pupitre, con la sorpresa en la garganta, casi mecánicamente, empecé a crear vida, la vida de un pajarito de papel.