08/04/2013
08:45am
Un tenue sonido se desprende en cuanto mis nudillos golpean la puerta de madera, poso mi mano opuesta en el marco y me entretengo viendo mis uñas matizadas de color rojo, mientras espero a que mi mejor amigo salga de su encierro.
Hoy conocería al misterioso hombre y sus dos hijos. Todavía no sé ni siquiera el nombre de quien posiblemente sea mi jefe, es escasa la información que Fernando me ha compartido, solo estoy al tanto de que es el progenitor de una adorable niña de seis años y un gruñón como lo describe él, cuya edad ronda entre los nueve y diez.
También he visto fotos de Yasmina y de Franco, aunque no eran recientes, esos niños se han ganado mi corazón por cuan encantadores lucen. Tengo la certeza de que será igual cuando los tenga frente a mí.
—Buen...— El castaño guarda silencio de manera abrupta al verme, sus ojos color miel viajan por cada extremo de mi cuerpo, parece estar tomándose en serio la labor de estudiar mi vestimenta—Entiendo que quieras dar una gran primera impresión, pero no estoy seguro si sea el atuendo apropiado para este tipo de entrevista, es exagerado.
Le echo un vistazo rápido a mi atuendo, es verdad que quiero causar una buena impresión, por ello, he optado por uno de los conjuntos que mi madre me obsequió antes de irse a Brasil. Llevo puesto una falda tubo un poco más abajo de mis rodillas, una blusa blanca de tirantes cubierto por un lindo blazer de color negro como la falda y unos tacones de punta color cereza. Mi maquillaje no es del todo elaborado, solo un poco de polvo, darle color a mis pómulos al igual que los labios y delinear mis ojos para resaltar mi mirada.
—¿Qué tiene de malo?
—He de admitir que te ves encantadora—Hace una breve pausa y aprovecho de sonreí ante el cumplido—Sin embargo, pareces una secretaria y no como alguien que cuidará de niños, ¿Qué tal si probamos con algo menos formal?
No alcanzo a protestar cuando Fernando toma mi brazo y me conduce a arrastre hasta el ascensor, estando adentro me dice que volveremos a mi apartamento para que me cambie y él se encargará de escoger mi atuendo. La ventaja de vivir en un edificio de escasos pisos, es que en un pestañeo ya hemos llegado a nuestro destino.
De brazos cruzados y con cara larga, salgo del cubo metálico y me dirijo hacia la puerta de mi apartamento seguida del castaño. Al entrar lo primero que hace Fernando es saludar a mi abuela además de convencerla que mi vestimenta de hoy es exagerada.
—Yo pensaba lo mismo—Coincide mi abuela, a lo que yo respondo con una mirada áspera, por supuesto que iba a estar de acuerdo con él.
Me encamino hacia mi habitación sin esperar a Fernando, me adentro a ella y de inmediato el olor a vainilla se colea por mis fosas nasales. El espacio es reducido, gran parte de ella es ocupada por mi cama matrimonial, no me quejo por eso, de hecho la adoro, pero a veces quisiera no chocar cada cinco segundos con los objetos que me rodean.
Apenas noto la presencia del castaño, abro el closet y le muestro las diversas prendas que almaceno, entre ellas, unas cuantas han sido creadas por mí. Descuelga tantas camisas, pantalones, chaquetas como puede y va armando conjuntos para mí, posicionando una del lado de la otra sobre la cama.
—Ese me gusta más—Señala en dirección a un pantalón de vestir de tiro alto en tono borgoña, acompañado de una blusa vagamente holgada de manga corta igual de blanca como la que estoy usando aún—Respecto a tu calzado, los tacones bajos de color crema, sin duda alguna quedarán genial con el resto del outfit.
—Yo en serio te adoro—Comento, acunando sus mejillas en mis manos y las comisuras de sus labios se elevan al instante—Gracias.
—No hay de qué—Se encoje de hombros—Solo no te tardes demasiado en cambiarte, debemos estar ahí antes de las 10.
Como si se tratase de una competencia de velocidad, me deshago de la ropa que cargo puesta es un santiamén y me enfundo en la que ha escogido Fernando para mí. Entre tanto, él se sienta en el borde de la cama, leyendo una revista de modas que no sé en qué momento ha tomado de la mesita de noche.
—¿Qué piensas acerca de Robert?—Interroga sin despegar la vista de la página. No respondo de inmediato, pues estoy recordando a dicho chico.
—Lo siento, pero no recuerdo a ningún Robert—Gruñe al escuchar mi respuesta y para refrescarme la memoria, comienza a relatar aquella vez que lo acompañé al cine. Era su primera cita a ciegas, dudaba de la idea de ir solo, así que lo acompañé y le serví de apoyo moral, sin mi ayuda, ese hombre hubiera dejado al pobre chico plantado.
La imagen de un joven de estatura promedio, contextura delgada, cabello lacio y oscuro, de tez morena clara, poseedor de unos prominentes ojos cafés claros, revolotea por mi mente.
Robert, está lejos de ser la definición de chico "ideal" que busca Fernando; es la primera vez que coincide con alguien cercano a su edad, no es el más apuesto y tampoco tiene esa actitud de patán que enloquece a mi amigo. Él es distinto, es inteligente, dulce, carismático, gracioso y su mirada aniñada derrite corazones en cuestión de segundos.
—El niño bonito—Suelto con ternura—Me agrada, es elocuente, dulce, por lo poco que me has comentado apoya tus proyectos y hasta ahora es el más centrado de todos los chicos con los que has salido. Es un gran partido.
—Es joven—Recalca, formando una mueca en sus labios— Hace apenas unas semanas inició la etapa de universitario, quiero que viva nuevas experiencias, conozca personas, se enfoque en alcanzar sus objetivos. No quiero ser un obstáculo en sus planes y presiento que sería una distracción para él.
Lo observo con recelo, porque no me he tragado tal excusa. Conozco las inseguridades que Fernando pueda tener respecto a Robert y sentirse como un estorbo no es una de ellas, el niño bonito es lo contrario a lo que está acostumbrado a rodearse. No es ese rebelde sin causa que lo enciende y con el que no se involucra sentimentalmente, solo es cuestión de pasar el rato, quizás divirtiéndose un par semanas o hasta una misma noche, para luego ir en busca de su próxima presa, convirtiéndose en un círculo vicioso.