Thiago
Recuesto la espalda de la pared de la cual me voy deslizando sin prisa, hasta que mi trasero aterriza en el suelo y estiro mis piernas, fijando la mirada en el techo mientras aguardo a que Auba regrese de la cocina con los tés que prometió hacer.
Suspiro exasperado, porque primera vez en varios meses me siento fatal al evocar las palabras hirientes que Brida me arrojó, atreviéndose a mencionar a Celine y criticando mi manera de criar a los niños, en especial a Yasmina.
Maldigo por lo bajo, porque tiene la capacidad de hacerme cabrear en un santiamén. Venir a "visitar" a Yas lo entiendo y acepto por completo, es familia y a diferencia de sus padres, ha estado pendiente de mi pequeña, por lo que no se lo puedo negar. No obstante, venir aquí a exigirme que lleve a mi princesa a conocer a sus abuelos maternos que desde el inicio no querían saber de ella y ahora por arte de magia sí, es una estupidez que con la que no estoy de acuerdo, en lo absoluto.
La rechazaron sin siquiera tomarse la molestia de averiguar su nombre, juzgaron mi relación con Celine y también el embarazo. ¿Cómo se suponía que debía tomarme la noticia? ¿Saltar y decir que sí de la emoción de inmediato? Por supuesto que no, es mi hija y no consiento el hecho de que seres hostiles que se han encargado de lastimar a mi familia en él pasado, vengan de repente y quieran involucrarse en su vida, cuando no se lo han ganado. Los padres de Celine debieron estar presentes en el momento en que se supo que estaba embarazada y no lo hicieron, la despreciaron y durante todos estos años tampoco tuvieron intención de enmendar sus errores, se mantuvieron alejados y ¿Ahora pretenden que deje que una niña tan dulce como Yas, conozca a unas personas tan malas como ellos? No lo permitiré.
Intento calmar mi respiración que no sé en qué ápice de tiempo se descontroló, y me abstengo de golpear lo que sea que haya a mi alrededor, a pesar que la necesidad aumenta a paso agigantado. Comienzo por relajar mis manos ubicadas a la altura de mis muslos, liberando así, el trozo de tela de mi jean que he acaparado en cuanto cerré los puños de manera inconsciente.
Hago lentas y profundas respiraciones, obligándome a imaginar un escenario agradable que alcance a desconectarme de los sucesos de horas atrás, al menos por los próximos minutos. Con los ojos cerrados, decido concentrarme en aquel sencillo, así como también cálido e inigualable abrazo que Auba me dio. No necesito hacerme sentir mejor con las típicas frases de "Todo estará bien", "Esto es pasajero, no te preocupes" o cualquier otra, solo con ese pequeño gesto de acercarse a mí y rodearme con sus brazos bastó para tranquilizarme.
Ahuyentó aquella voz chillona y las críticas que estaban resonando en mi cabeza, haciéndome perder la poca paciencia que poseía. Si no hubiese sido por Auba, la casa estaría de cabeza ahora mismo.
Siento sus dedos todavía surcando mi espalda, regando tímidas y estimulantes caricias que contribuyeron a calmarme. Sigo percibiendo su corazón desbocado, el esfuerzo de llevar una respiración normal y el olor a vainilla desprendiendo de su cabello, colándose por mis fosas nasales para quedar grabado en mi memoria.
Abro los ojos de golpe, percatándome lo incorrecto y raro que ha sido pensar durante tantos minutos en la niñera, no debería siquiera sentir de nuevo las emociones y sensaciones que me abordaron antes cuando ella me abrazó. No prosigo en darle cuerda al asunto porque soy interrumpido por mi teléfono vibrando en el bolsillo delantero de mi pantalón.
Saco el móvil y visualizo en la pantalla la gran cantidad de llamadas perdidas—en su mayoría de Brida— una de Mónica la directora de recursos humanos a quien vería hoy después de la hora del almuerzo, pero que gracias a la inesperada al igual que desagradable visita de Brida, prefería posponer mis compromisos.
Para ello tuve que mentirle a Joel sobre mi estado de salud, inventé que había pasado una mala noche con dolor de cabeza y fiebre. Por supuesto el bastardo no me creyó, porque según él, me aclaro mucho la garganta cuando estoy mintiendo; así que a partir de hoy, si me toca mentirle, será por mensajes y no por medio de llamadas.
>>¿Estás bien, hermano?
Pd: Brida estuvo llamándome y me preguntó si estabas en el trabajo, quise mentirle pero soy tan malo en ello como tú.
Si necesitas desahogarte no dudes en contactarme, o si prefieres salir a beber y ver cómo me embriago con tres vasos de tequila y te hago pasar vergüenza como siempre<<—Joel
Sonrío, porque más allá de ser mi asistente (y uno muy bueno), a Joel lo considero como a un hermano. Uno que siempre está allí para mí, asegurándose que esté bien, brindando consejos aun cuando no se lo pida, apoyando mis sueños e igualmente mis decisiones sin juzgar y recordándome que soy lo suficientemente genial como para superar cada bache que se me presente en el camino.
Es un excelente amigo al que siempre le estaré agradecido y con el que aún estoy en deuda por todo lo que ha hecho por mí en estos últimos cinco años.
>>Gracias por tomarte el tiempo de escribir, en serio valoro que estés al pendiente. Lamento haberte añadido más tareas a la lista, y no te preocupes por mí, ya hay alguien que se está encargando de mejorar mi día.
Envío el mensaje. No transcurren ni cinco minutos cuando recibo otro mensaje de Joel, esta vez de enfado.
>> ¿Me estás engañando? ¿Cómo te atreves?—Joel
Me río, y con mis dedos puestos en el teclado a punto de escribir, escucho que alguien se aclara la garganta. Bloqueo el teléfono al instante y alzo la vista para encontrarme con una linda morena que sostiene dos tazas humeantes mientras sonríe de lado.
—Noté que eres fanático del té—Comenta, entregándome una de las tazas antes de sentar al frente de mí—Hay variedad de sabores, fue difícil escoger, estaba entre el de manzanilla y el de frutos rojos.