Versos del alma

CAPÍTULO 14

Auba

Me doy toquecitos en los labios con el pincel, observando inconforme la pintura. Mordisqueándome el labio superior, intento arreglar uno de los pétalos del girasol que minutos atrás creé.

Trazo con delicadeza una línea curva, que se supone debe ser el borde del pétalo y lo voy difuminando con paciencia además de supremo cuidado para no echarlo a perder. No obstante, cuando estoy a solo instantes de culminar, la puerta de mi habitación es abierta de golpe, produciendo un sonido enérgico que aunado a la voz estrepitosa de mi madre, me estremecen y obligan a que suelte el pincel de repente, no sin antes plasmar una delgada al igual que mediana raya en la hoja.

—Me lleva—Mascullo, en cuanto mis ojos se percatan de la imperfección en mi creación.

No tengo oportunidad de enmendarlo con premura, cuando mi madre decide tomar asiento a mi lado y me pide que hablemos con urgencia.

—Tu abuela no amaneció con ánimos de levantarse de la cama, me aseveró que su nivel de azúcar y tensión están bien, pero que se siente mareada—Abro los ojos y me apresuro a levantarme para ir a verla lo antes posible. Sin embargo, mi madre me lo impide al tomarme del brazo—Está descansando. No es prudente que la molestes en este momento. Le dije que nos encargaríamos de cuidarla…

Hace una pausa tan extensa, que comienzo a impacientarme, originándose un tic nervioso en mi pierna izquierda.  

—¿Y?—Pronuncio, alargando el sonido.

Ella me mira durante varios segundos que se vuelven casi una eternidad, puedo notar la indecisión en sus ojos cafés. Solo cuando me cruzo de brazos y arqueo una ceja, aumentando la presión sobre ella para que me cuente que sucede, es que se decanta por quitarse ese peso de encima.

—¿Recuerdas el día que estuve en casa de los Alhamad?

—Sí. Te pregunté en la hora de la cena por qué estabas allí y nunca me respondiste, cambiaste de tema de inmediato—Suelto, sonando más como una recriminación que a un simple aporte—Lo mismo sucedió cuando quise saber sobre si estabas al tanto de los planes que tiene Thiago. Guardas muchos secretos, madre.

Le di una mirada acusatoria, mientras ella se retorcía los dedos y se mordisqueaba el interior de la mejilla.

>>¿Qué pasa con ello?

—Alicia me ha pedido que forme parte del elenco de una obra que presentará a mediados de noviembre—Dijo con ilusión—Aunque mi agente me tiene otros planes, me ha dicho que hay un director estadounidense que quiere que participe en una serie de suspenso. Dice que la primera persona en la que ha pensado para el papel protagónico soy yo.

>>Ambas propuestas me agradan. Pero me inclino más por la segunda. Aún no está del todo decidido, quiero saber tu opinión al respecto ¿Debo aceptar regresar al teatro o hacer la serie?

Abro y cierro la boca de inmediato, la vuelvo a abrir con la finalidad de decir al menos un “No lo sé”, pero solo alcanzo a soltar un sonoro resoplido. Tengo tantos pensamientos rondando en mi cabeza—en especial lo de ayer—que me es difícil concentrarme para poder darle una respuesta concreta a mi madre. Me le quedo viendo unos segundos, inspeccionando su rostro. Se le ve inquieta y desconcertada por mi actitud. Al cabo de unos segundos, en los que entreveo en sus ojos impaciencia, balbuceo palabras que carecen de sentido.

Me ha pillado desprevenida no mentiré,  hacía tiempo que no hablábamos de sus proyectos, menos para brindarle mi opinión sobre ello. Con una sola mano puedo contar las veces en las que mi madre a pedido que le aconseje en relación a sus planes e inclusive hacerme parte de las mismas. Me entero que va a grabar una película, serie o va a participar en una campaña publicitaria con al menos dos días de antelación, ¡Dos días antes de marcharse! O hasta horas previas a irse al aeropuerto.

—Vaya, te he dejado muda—Comenta aturdida—No creo que tu despiste se deba solo ha lo que te he preguntado ¿Tiene que ver con Thiago y los niños?

<<Con Thiago exactamente>> Pienso. Después de la confesión que hice ayer, fue como si hubiese declarado estar en guerra, Thiago se puso a la defensiva y tuve que oírlo llamarme mentirosa, irresponsable además de preguntarme si había perdido la cabeza, porque no le dije la verdad respecto a mi encuentro con Christian.  Cuando se enteró de la verdadera razón por la que estaba con el ese día me acusó de irresponsable, ya que en lugar de llamarlo a él (siendo el padre de Franco) acudí a uno de sus amigos más cercanos y finalmente me preguntó si estaba loca, que como era posible que después de saber acerca de Natalia, yo tuviera la osadía de ocultárselo.

Dejé que descargara todo su enojo conmigo, no protesté en ningún momento porque no me sentía con las fuerzas necesarias para contradecirlo y porque en el fondo sabía que me merecía ese sermón. Me disculpé, le di las razones por las que no se lo había contado antes, de nuevo pedí disculpas y con el rabo entre las patas me fui lo más rápido que mis piernas temblorosas me lo permitieron.

Desde entonces no he sabido nada de ellos. Fernando solo me alegó que hablaría con Thiago, trataría de calmarlo y que por los momentos, me mantuviera al margen, que no lo llamara ni pasara mensajes, tampoco me acercara a su casa, a menos de que sea lo bastante masoquista para que mi jefe me haga añicos (metafóricamente hablando).

—Todo está bien con Thiago y los niños—Mentí.

—¿Y por qué no fuiste a trabajar hoy?—Cuestionó, arqueando una ceja con los ojos entrecerrados—Sé que no es tu día libre.

—Porque…

La frase quedó suspendida en el aire y como si hubiera enviado al cielo una señal de rescate, golpes moderados pero insistentes en la puerta se convirtieron en mi escape.

—Luego te daré mi opinión. Debo ir a ver quién es—Le di un beso en la mejilla e ignorando el mohín de decepción en su rostro, me encaminé hacia la entrada.



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En el texto hay: niños, escritor, romance

Editado: 18.01.2022

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