Versos del alma

CAPÍTULO 15

Auba

Introduzco con demasía atención  la aguja en la falda, que va a juego con un top de color aguamarina y unos toques de dorado. El lado afilado atraviesa un micro agujero que formo con el hilo, tirando de él resistentemente, repito el mismo paso dos veces más y me deshago del exceso con mis dientes, terminando de esta manera el disfraz de Jasmín.

Aliso con mis propias manos desde la zona de las rodillas hasta abajo y me echo hacia atrás para evaluar por unos prolongados segundos el resultado final hasta darle el visto bueno. Me pongo de pie al tiempo que oigo los pasos de la abuela avecinarse, viro hacía donde está y me percato de como con sus grandes anteojos me busca con la mirada, carraspeo para que sepa que estoy ahí mismo y reprimo una risita al ver como da un respingo en cuanto me nota.

Sin decir nada me hace entrega del top al cual insistió en incrustarle diminutos además de hermosas piedras de color turquesa con el fin de decorar los bordes de las mangas.

—No quedó como quería, pero la intención es lo que cuenta, ¿No es así?—Dice la abuela entre risas roncas, acomodando sus lentes de aumento los cuales se deslizaron por su tabique.

Bufo sin entender cómo es que no se da cuenta de lo estupendo que le ha quedado, debería estar satisfecha con los resultados. Los ajustes que hizo fueron justos y necesarios, a mí no se me hubiera ocurrido, ni siquiera sabía que tenía esos materiales guardados.

—Es estupendo abuela, muchas gracias—Ella sonríe aliviada y acto seguido, me planta un beso en una de mis mejillas.

—Vas a verte hermosa—Comenta, capturándome en un sólido abrazo—Seguro Thiago babeará cuando te vea.

Río levemente, según la abuela, Thiago puede que esté encantado conmigo y es que su <<Mirada>> lo delata fácilmente, o eso fue lo que ella dedujo ayer cuando vino a hablar conmigo acerca de Franco y el asunto repentino sobre su madre. “Le brillan los ojitos en cuanto estás frente a él”, son sus exactas palabras.

—Estaré en mi cuarto arreglándome, si puedes pasarte dentro de unos minutos por allá y ayudarme con el peinado, te lo agradecería muchísimo—Suavizo mi voz al igual que mi aspecto, juntando mis manos a manera de rezo, la cabeza inclinada hacia la izquierda y mi mejor cara de bambi para que la abuela esté obligada a decir que “sí”.

—Cuanto detesto que hagas eso—Farfulla y no me queda más remedio que reírme—Ve, pasaré por tu habitación más tarde.

La rodeo con mis brazos y le estampo un beso sonoro en la mejilla, en ocasiones como esta, no sé qué haría sin ella. Me da unas palmaditas en el brazo y me recuerda que faltan aproximadamente tres horas para que comience la fiesta sorpresa, pero como me conoce tan bien, sospecha que me tomará al menos dos horas para que esté lista.  

Si tuviera que elegir una palabra para describir como me siento ahora mismo, diría en definitiva que ansiosa se ajusta a la perfección. Además de crear el vestuario que usaré para la fiesta, Fernando me alentó a realizar una sencilla y a su vez, pequeña coreografía que vaya con mi personaje y que logre cautivar a la cumpleañera.

Por otro lado, mantenía altas expectativas de cómo luciría al final el espacio. Estuve inflando globos entre tonos azules y dorados junto con Franco, Thiago, Joel, Fernando y el señor Octavio, a quien no había tenido el placer de conocer antes.

No alcancé a decorar debido a que tenía una importante reunión con una de mis profesoras de la universidad, no solo me felicitó por mi sobresaliente trabajo de la semana pasada, sino también me habló de un posible proyecto en el que solicitó de mi presencia, aunque no me proporcionó suficiente información al respecto.

Como si estuviera en medio de una competencia y el estar aseada fuese el objetivo a superar en tiempo record, me dirigí al baño casi que a zancadas y terminé dándome una ducha en menos de veinte minutos. Con mi bata de baño y mi cabello recogido en un desastroso moño me senté frente a la peinadora, mientras abría mi estuche de maquillaje y sacaba lo que iba a necesitar de ahora en adelante.

Con precisión y a la velocidad del caminar de una tortuga, me encargo de darle vida a mis párpados con una sombra levemente sutil, pero resaltante al mismo tiempo de color dorado con un toque de brillantina que contrasta a la par con el azul verdoso que he escogido.

Delineo mis ojos con color negro, resalto mis pómulos con ayuda del rubor y coloreo mis labios con un labial rosa pastel. Sonrío complacida en cuanto veo mi reflejo en el espejo y llamo a la abuela Kat a gritos para que venga a auxiliarme con el peinado.

Mi abuela apareció en mi habitación casi al instante, por su manera atropellada en llegar y su expresión de pánico, imaginé que mis gritos casi desgarradores habían estado demás y me quedó más que confirmado cuando la abuela se percató para que la estaba llamando con exactitud, maldijo por lo bajo y me pidió que nunca más volviera a asustarla de esa forma si no quería que terminara pronto en un hospital.

—Auch— Suelto un quejido al ser mi cabello tirado bruscamente hacia atrás—Abuela, no seas tan tosca.

Ignorando de lleno mi petición, rueda los ojos y continua con su tarea como si no le hubiera dicho nada. Mantenía en su boca varios pares de ganchos que pretendía colocar en mi cabello para sostener la coleta que se divide en tres partes iguales. Se veía profundamente concentrada en su labor como estilista, con su entrecejo fruncido, su nariz arrugada y sus manos moviéndose con avidez y precisión.

Al cabo de unos minutos, finaliza botando un largo suspiro pese al cansancio y agita sus manos que de seguro debían estar entumecidas debido al largo trabajo en el que estuvieron sometidos.

—¿Esta lista mi princesa Jasmín?— La voz de Fernando hace que me remueva en mi asiento. Sus ojos mieles se detienen en mi madre y luego en mí, permaneciendo más tiempo del necesario—¡Diablos! Que hermosa estás.



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En el texto hay: niños, escritor, romance

Editado: 18.01.2022

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