Thiago
Mis dedos jugueteaban con los suyos, eran delgados además de suaves. Sonreí al ver como pasaba saliva e intentaba romper todo contacto visual conmigo.
Me deslicé por la palma de su mano, trazando durante varios segundos figuras inentendibles, antes de seguir escalando por su tersa piel bronceada, acariciando cada tramo con parsimonia, deleitándome con ella y percibiendo como se erizaba con un simple roce.
Conforme iba tocándola, Auba se ponía cada vez más nerviosa. Lo notaba en su mirada perdida y en la forma en como mordía su labio inferior—Ajena a lo que ese mínimo gesto podía provocar en mí—sus mejillas adoptaron un color rojizo tenue y su pecho estaba en un constante sube y baja.
—Auba…—Pronuncié en voz baja, contemplando a detalle su hermoso rostro—Mírame.
Acerqué mi mano libre a su cara, mis dedos ansiosos fueron derecho hacia su barbilla. Sin pronunciar palabras, con solo un movimiento sutil la insté a que alzara la mirada.
Sentí que nuestro alrededor se iluminaba aún más cuando me fijé en sus ojos saltones y cafés, en las finas además de minúsculas líneas que se le formaban alrededor de la boca cuando sonreía. En sus labios carnosos al igual de rosados por la pintura labial que se había aplicado, sus no tan delgadas cejas curveadas, el lunar en su mejilla derecha, uno cercano al labio superior del lado izquierdo, su nariz pequeña y una insignificante cicatriz en el centro de su frente.
Avancé un paso, temiendo porque ella retrocediera. Sus ojos seguían clavados en los míos y su sonrisa tímida estaba intacta; me incliné hacia delante, quedando a escasos centímetros de su rostro, nuestras narices corrían el riesgo de rozarse, su aliento mentolado chocaba cautamente con el mío y mi mano que ya se encontraba en su cuello dibujando diminutos círculos con el pulgar, fue ascendiendo a su mejilla con calma para mimarla.
—¿Qué estás esperando?—Me preguntó, con algo que pude descifrar como diversión y picardía a la vez. Aunque en sus ojos, había una mezcla entre inseguridad, al igual que una chispa inigualable de energía.
—A que me pidas que te bese—Su sonrisa se ensanchó y puedo jurar que contuve la respiración por un segundo cuando sus manos se posaron en mi nuca y aproximaron nuestros rostros más que antes.
—Hazlo, Thiago. Bésame…
No pude más. Lo que estuve esperando, se había vuelto realidad.
Corté de raíz la vaga separación que existía entre nosotros. Colisionando finalmente mis labios con los suyos…
—¡Thiago!—Clamó Joel, tronando los dedos frente a mi cara—¿Estás aquí o debo buscarte a marte?
Su expresión era de genuina preocupación además de ligera molestia, su ceño estaba arrugado, una mueca le decoraba los labios y en sus ojos oscuros se vislumbraba confusión.
—No, no es necesario buscarme. Estoy aquí—Traté de bromear, pero mi comentario no le hizo gracia, al contrario, parecía aún más irritado. Eché la silla hacia atrás, para luego ponerme de pie y comenzar a andar en dirección a la salida, siendo seguido por Joel—¿El técnico te confirmó si venía hoy? ¿Mercedes ya está aquí? ¿Hablaste con el cardiólogo? Quiero que vea a mi padre mañana ¡Oh! Pauta para mañana una reunión con Anomis, quiero que le haga unas modificaciones a la página ¿Sabes si mi madre vendrá? Necesito…
Me detuve de pronto, en medio de la sala principal, extrañado por no haber recibido ni una sola contestación a todas las interrogantes que había arrojado. ¿Hablé muy rápido? ¿Le había hecho muchas preguntas en tan poco tiempo? Viré a mis espaldas, encontrándome con un Joel de expresión seria, postura recta, con una ceja enarcada mientras sostenía una Tablet contra su pecho.
—Tenemos más de diez años conociéndonos, no me mientas—Farfulló, apuntándome con su dedo índice—¿Qué te pasa?
Pongo lo ojos en blanco. No había dormido bien, discutí con Franco en la mañana y mi auto presentó fallas de camino para acá, por lo que mi humor no era el ideal para andarse con tonterías. Ignoré deliberadamente a Joel y con mi mano le señalé el lugar al que me dirigía.
Apenas llegué a la sala de reuniones, aguardé en la puerta a mi amigo. Cuando apareció, me sacó el dedo del medio y se sentó en su puesto habitual. Cerré la puerta, no quería que nuestra próxima conversación se viera interrumpida ni escuchada por el personal, debía aprovechar al máximo los minutos que me quedaban antes del encuentro con el departamento administrativo.
—He tenido…Sueños raros—Expresé con cautela, paseándome una mano por el cabello repetitivas veces.
Hablar de esto con alguien me ponía demasiado nervioso.
No tenía ni idea de por qué, o quizás sí, pero prefería que no. Desde el cumpleaños de Yasmina, he tenido sueños un tanto peculiares con Auba. Sí, he fantaseado con la niñera de mis hijos más de una ocasión, y no precisamente en plan de amigos.
En estas dos noches que han transcurrido, he imaginado el escenario en donde beso a Auba y al despertar, no me arrepiento en lo absoluto, cuando al menos, debería sentirme avergonzado por fantasear con mi empleada. Sin embargo, ese no es mi caso, de hecho, evoco dicha imagen por casi todo el día, ni siquiera me tomo el tiempo de prestarle atención cuando me hablan, solo finjo que estoy al tanto de lo que me dicen, como hoy, por ejemplo.
—¿Sueños raros?—Demanda en saber, una de sus cejas se arquea y diversión es lo que brota de su mirada—¿Qué tan raros?
—Humm..Eh..He soñado con Auba, específicamente en besarla—Musito, atento a la reacción de Joel, a quien se le da muy bien disimular su asombro—Más de dos veces.
Aguardé un par de segundos, expectante ante una mueca, una expresión escandalizada, uno de confusión, molestia, algo más allá de un semblante indiferente. No obstante, Joel no habló, tampoco hizo mohines, ni abrió los ojos de la sorpresa, no se ahogó ni con su propia saliva. Estaba inexpresivo, hasta que después de un prolongado rato, por fin parecía asimilar mi confesión.