Mis manos han sido bálsamo
para heridas que otros dejaron,
he aprendido a sanar
mis propias grietas,
a reconstruirme en silencio.
Hoy extiendo las palmas abiertas,
me abrazo entero,
como quien recoge flores
en un campo desierto.
Mis manos, que un día temblaron,
son hoy el sostén
de mi propia vida.
A ellas vuelvo cuando todo falla,
cuando la soledad se hace nido,
ellas siempre me salvan.
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Editado: 08.12.2024