En cada línea que cruza mi piel
vive la historia de mi renacer,
las cicatrices que antes escondía
ahora brillan como testigos fieles
de las batallas que me hicieron crecer.
Fui rota y recompuesta,
fui piedra y me volví flor.
Hubo días en que me sentí débil,
pero hoy sé que en mi fragilidad
habita mi fortaleza oculta,
esa que resplandece cuando todo parece oscuro.
No me avergüenza ya el pasado,
ni los errores que dejé atrás,
porque cada uno de ellos me enseñó
que soy más que mis caídas,
que mi valor no depende de otros ojos,
sino de la luz que guarda en mi propio pecho.
Hoy soy dueña de mis cicatrices,
las abrazo como quien abraza la vida,
pues ellas me recuerdan que soy capaz
de levantarme de las cenizas,
de reconstruirme en amor propio,
de brillar aunque el mundo se oscurezca.
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Editado: 08.12.2024