Me dijeron que el amor propio
era sencillo, que bastaba con decidirlo.
Pero nadie me habló de las noches de dudas,
de las veces en que mi reflejo me parecía un extraño,
de los momentos en que el pasado
se sintió más fuerte que mi presente.
Aprender a amarme fue un arte,
un proceso lleno de trazos erráticos,
de colores que no siempre combinaban,
pero que poco a poco comenzaron a formar un todo.
Tuve que perdonarme
por las veces que me fallé,
por las palabras duras que me dirigí,
por los días en que me abandoné a mí misma.
Tuve que enseñarme a hablarme con ternura,
a mirarme con compasión,
como quien ve a un ser querido
y no a un enemigo.
Hoy sigo pintando este lienzo,
añadiendo colores y formas,
aceptando que nunca será perfecto,
pero será mío.
Y eso es suficiente.
Soy el arte que siempre quise ver
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Editado: 08.12.2024