Hubo días en que fui un campo abierto,
expuesto a los vientos de juicios ajenos,
a las tormentas de expectativas que no eran mías.
Me doblé, me quebré,
creí que nunca podría sostenerme.
Pero aprenderé a escuchar el trueno,
a entender que incluso la tormenta
trae consigo renacimiento.
Cada gota de lluvia limpió mi piel,
cada relámpago iluminó mi oscuridad.
Hoy, cuando el cielo se oscurece,
no corro a buscar refugio.
Extiendo mis manos,
miro al horizonte,
y abrazo la tormenta.
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Editado: 08.12.2024