Por mucho tiempo callé mi voz,
la enterré bajo el peso de opiniones,
la escondí detrás de máscaras.
Creí que el silencio me protegería,
pero solo me alejaba de mí misma.
Un día, en medio del vacío,
mi voz rompió el silencio,
no con gritos,
sino con un susurro:
“Estoy aquí”.
Y esa simple frase lo cambió todo.
Desde entonces, escucho mi voz,
le doy espacio para ser,
para existir,
para construir mi verdad.
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Editado: 08.12.2024