Me rompí.
No puedo decir que fue rápido,
ni que lo vi venir.
Fue un desgaste lento,
como una piedra que se desmorona
bajo el peso del agua constante.
Me convertí en ruinas,
en fragmentos de lo que una vez fui,
y pensé que jamás volvería a sentirme entera.
Pero las ruinas no son el final.
Son el principio.
En ese suelo quebrado
encontré espacio para sembrar nuevas raíces,
para construir algo diferente,
algo más fuerte,
algo más mío.
Hoy soy un monumento a mi resiliencia,
un testimonio de que incluso lo roto
puede ser hermoso.
No soy la misma que era antes,
y eso está bien.
Soy un renacer constante,
un recordatorio de que siempre
hay luz después de la oscuridad.
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Editado: 08.12.2024