Soy una casa en constante construcción.
Hubo un tiempo en que mis paredes
eran frágiles,
mis cimientos temblaban
ante el menor soplo de viento.
Permití que otros entraran,
derribaran mis muros,
dejando ventanas rotas
y puertas que no cerraban.
Me quedé vacío,
creyendo que era mi destino
servir de refugio para otros,
sin pensar en mi propio hogar.
Pero aprendí.
Tomé ladrillos de amor propio,
cemento de perdón,
y construyó algo nuevo.
Hoy mis paredes son fuertes,
mis ventanas dejan entrar la luz,
y mis puertas, aunque abiertas,
solo permiten el paso
a quienes traen paz.
Soy una casa llena de historias,
de risas que resonaron en mis pasillos
y de ecos que aprenderá a dejar ir.
No necesito que alguien más me complete,
porque yo soy suficiente
para llenarme de vida.
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Editado: 08.12.2024