Capítulo 11. Escombro y confianza
Durante la cena todo estaba en aparente calma —para ser casi una docena de personas en el lugar—. Y a mitad de la misma, si bien Air no estaba interesado en encontrase con Yomi, accedió a las indicaciones de Takara para tomar el ferri a la mañana siguiente para ir al torneo de Kendo. Ryu ignoraba si le había informado acerca de la situación, pero también concluyo que o bien no iba a negarse a una orden a Takara, o lo que hayan conversado él y Hitomi lo dejo menos cerrado al tema.
Aunque también existía la posibilidad de que su desinterés fuera tal que no le importaba ir al mismo lugar no encontrarse con el joven. Lo que fuera no preguntó.
Ryu no le dio más importancia a lo que el chico hiciera o pensara, pues su corazón se rompió en mil pedazos cuando Hitomi se mostró emocionada por asistir a un encuentro de su hermana. Takara y Cho le lanzaron una mirada fugaz, y casi se sintió ofendido por estar siendo vigilado por ellos.
El reloj marcaba casi las 10 cuando veían una película. Hitomi fue la segunda en irse a dormir argumentando que le dolía el cuerpo —el primero fue Air—.
— Ryu —lo llamó Takara desde la cocina—. Ven un momento.
El aludido se levantó de un salto siguiendo al Tan. En realidad le molestaba que su cuerpo no le consultara a su cerebro si estaba o no haciendo lo correcto, o por lo menos para evaluar el peligro de la situación. Pues ya intuía para que lo quería el castaño.
— ¿Qué sucede?
— Mañana regresas a Akarium.
— Ya, ahí vamos de nuevo. No me iré.
— No vas a quedarte.
— Si quiere busco un hotel —argumentó irónico, sentándose en la primera silla que encontró.
— Te estoy diciendo…
— Puedes echarme, puedes subirme a un tren y mandarme a donde quieras, pero no podrás evitar que regrese —agrego una cosa más que resonó en su cabeza con la voz de Hitomi—. Es mi decisión.
— ¿Tus padres saben porque estás aquí?
Tarde o temprano iba a usar esa carta, Ryu lo sabía y aun así no pudo evitar que su sistema se descontrolara. Logrando en Takara una expresión de comprensión de la situación que no le gusto. Y su voz vacilante no ayudo.
—Ellos… algo saben
— ¿Algo? —repitió negando con la cabeza—. Es un sí o un no.
— Sí.
— Entonces no te molestará que les llame.
— ¡Espera! —saltó literalmente, levantándose de la silla en que estaba y la sonrisa de satisfacción del Tani lo irritó—. No… no saben que estoy aquí por los Itzuno.
— Porque no deberías estar aquí.
— Sí, no debería —le concedió ese punto, pero rápidamente dejo en claro el suyo—. Como tú tampoco deberías haber ido a verme si no querías que me enterara.
— No es lo mismo.
— Claro que no. Esta vez no son ustedes quienes deciden por mí.
— ¿Por qué no puedes entender que es lo mejor para ti?
— Quizá sea lo mejor para ti —dijo, dándose se cuenta con amargura que se estaba volviendo experto en contradecir los argumentos de Takara de aquella manera tan vil—. Quien no quiere hablarme de Ryo eres tú. Ni de Ryo, ni de ti. ¡Bien! No lo hagas, pero no digas que es por mí. Es por ti. No estas protegiéndome, estas evitándolo.
— Este no es el momento…
— ¡Pues tampoco lo fue antes! ¿Y si no lo es después? ¿Y si tú también mueres como él? ¿Qué va a pasar conmigo? Simplemente sigo con mi vida. ¿Eso es? ¡Es una estupidez porque yo… porque yo…
Ryu no era un chico orgulloso —no demasiado—, quizá más su carácter estaba muy influenciado por el natural egocentrismo, casi «narcisismo», de su edad. Pero no era que quisiera dejar una imagen «genial» ante Takara por vanidad, sino por necesidad. Si iba a decir aquello, necesitaba que fuera creíble.
Y las lágrimas que se esforzó en borrar de manera disimulada no ayudaban.
— Yo sabía que faltaba algo, no tenía idea de qué pero a diario lo sentía. Y déjame de decirte que era un asco. ¿Cómo creer que simplemente voy a ignorar que lo que estas… lo que están haciendo? Si no me quieres cerca por lo menos dilo de frente. Porque entiende una cosa, yo no te culpo de nada, ni quiero que me protejas. Lo que quiero es que por lo menos podamos hablar y que me digas que valió la pena lo que mi hermano hizo por ti.