Estaba solo en casa, todos se habían ido
Mi sangre se derretía a la espera de algo que nunca llegó
No sabía lo que realmente quería
Sentimiento esperanzador pero poco certero
Cerebro y corazón deambulaban en rutas paralelas
Oscuras y sin final
Con horizontes diluidos al son de un gemido letal.
Me levanté del sillón y algo interrumpió mi visión
La casa entera me escupía en la cara
Era un simple mareo, por pobre alimentación o pobre amor.
En medio de las sombras y la soledad encontré un encendedor amarillo
Lo raspé con los dedos, una luz nació
Encendida para la diversión de mis ojos
Algo dentro de mí despertó
Se quemó, se asfixió y volvió a su estado natural.
La perdición acechaba en cada rincón del alma muerta
Mi piel sintió dulcemente el calor del fuego
Que no paraba de nacer y lejos estaba de despegarse.
Mientras las llamas recorrían una mano temblorosa
La chispa virgen viajó a través de mis venas
Y encendió aquel sangrante corazón
La excitación se volvió grito y el grito calmó el dolor
Pero aumentó la pena
Y esta no se consumió, al menos no hasta entonces.
Estaba encadenado en carne y hueso
Quería salir de esa prisión tan luminosa
Pero una bestia dentro de mí se alimentaba con el fuego
Brillaba como el sol, hambrienta.
Pasaron los minutos, eternos de enfermedad
La sangre se fundió junto con la eterna pena
Apagué el fuego con poderosas lágrimas
Que caían sobre el rostro desganado
Toda la vida pasó por mis nervios
Pestañé cegado por el humo
Apareciste
Las flamas alcanzaron tu vestido
Y, reflejada en las paredes, te vi consumirte
Con satisfacción recogí las cenizas de tu carne
Abrí el pecho y las escondí en lo más profundo de mí ser.
Los deseos escondidos abrieron sus alas
Se perdieron yendo hacia la luna, que me observaba con mirada acusadora
Apagó su luz para que nuevamente reniegue por mi soledad.
Desde ese día, cada vez que me encuentro solo
Prendo aquel encendedor en señal de aburrimiento
Pensando en satisfacer mi sed de sangre
Y volviéndote a matar
Solo por diversión.