Vete Al Diablo

4.

  — Gracias, viejo...— le agradecí a Nil una vez encontré la botella. Él enseguida se volteó y subió un poco su máscara de Hei, para dar a conocer ese bello rostro masculino suyo.

  — No hay de qué, preciosa.— me guiñó el ojo, sonriendo ampliamente, mostrande esa perfecta hilera de dientes blancos. 

Suspiré y me puse en pié, con la jodida botella en mano. A lo lejos vi al chico que roba mis sueños y a su amigo que me causa confusiones bailando con unas mujeres de atributos condenadamente grandes y operados. Bailaban demasiado pegados, como si fuesen a fornicar allí mismo. De repente, la mirada de ambos se fijó en mí, y sonrieron divertidos. Rápidamente aparté mi mirada.

Mi amigo, por otro lado, se había ido a atender a una muchacha, de una belleza rara, que aguantaba sus ganas de llorar. "Pobre mujer...", pensé. Sus ojos reflejan pena y dolor, de esos que ocasiona una ruptura o infidelidad.

Volviendo a mi trabajo, hice los tragos que anteriormente los chicos me habían pedido y los dejé sobre la barra para volver a fijar mi vista en los chicos que se supone estaban bailando. Pero me llevé una gran sorpresa al ver sus blanquecinos dientes y sus perfectos labios carnosos curvados hacia arriba, en una sonrisa reluciente. Estaban justo donde hace minutos habían estado.

Me dí una palmada en la cara.— ¿Pero qué...?— no pude terminar, puesto que enseguida ambos me sonrieron coquetamente.

  — Es cierto que las chicas estaban hermosas. Pero estaban operadas...— comenzó a hablar Iol.

  — Y tú no lo estás...— continuó Joseph, haciendo una pausa dramática.

 — Tú estás natural. Y eso es mejor que mil tetas y culos operados.— concordaron ambos, hablando a la par.

Sentí como mis mejillas ardían de verguenza, nunca me habían dicho tal cosa. Bueno, si. Y es exactamente por eso que intento mantener desarreglada, para pasar por desapercibida y ¿por qué no?, fea también. No me gustan estos tipos de halagos... de hecho, no me gustan los halagos.

Abría y cerraba la boca como un pez. Gracias al cielo el lugar era oscuro y tenía mi máscara puesta, porque si no, me aseguraría de dejarlos tuertos para que no me vean sonrojada.

  — ¡Claire! ¡Tu turno acabó!— informó Iol, acercándose de nuevo con la misma aura amenazante y sobreprotectora de antes.

Solté un suspiro de alivio, llevando una mano al pecho. Hay que dramatizar, ¿no?. Con una sonrisa satisfecha, y mirando por sobre mi hombro a los chicos que ahora veían perplejos a Nil y luego a mi. En cierto modo, era divertido, porque querían hablar y decirme algo antes de que desapareciera por el pasillo que da a los camerinos, pero nada salía de sus parlanchinas bocas.

Al final llegué a mi camerino. Guardé mis cosas, la máscara en el buró que había en una de las esquinas y salí sigilosamente del local por la puerta trasera, donde tenía estacionada mi bella moto.

Oh, bueno, esa era mi idea. Pero, ¿cuándo han visto que alguna de mis ideas resulte bien? ¡nunca!.

 — ¡Estreponsio!— grité al ver una silueta alta y fornida a las afueras de la parte trasera del local, fumando un cigarro.

Él me miró, divertido, con su mano libre en el bolsillo de su chaqueta de cuero.— ¿"Estreponsio"?— repitió, sin importarle el pre-infarto que había causado en mi doloroso y diminuto carbón que tengo por corazón.— Niña, tienes que dejar de drogarte.— se burló.

Bufé una vez me recuperé, fulminándolo con la mirada. Decidí ignorarlo y pasarlo por alto, sin darle la mínima importancia. A éste paso el fifi terminará sabiendo todos mis secretos... y es lo que menos quiero.

Pero claro, todo en ésta noche puede ir de mal en peor.

Joseph agarró mi muñeca con fuerza, haciendome cierto... daño. Hice una mueca, pero aún así, no aflojó su agarre.— Katlyn, yo...— su frase quedó a medio terminar, pues de repente la puerta de entrada >normal< se abrió.

  — ¡Joseph!— llamó Iol, comenzando a acercarse a donde estábamos.

Mi sangre se heló.

Intentaba buscar dónde poder ocultar mi menudo cuerpo, pero no había nada. ¡Nada!. 

Puerta de empleados: cerrada. Containers de basura: se los habían llevado horas atrás. ¿Escalar el muro?... mmm... prometedor, pero imposible teniendo en cuenta que no puedo dejar mi moto así sin más. ¿Porqué no usas la pinche moto entonces?, se preguntarán, pues es por la sencilla razón de que Iol me vería el tatuaje de la pierna derecha, y aunque casi nunca voy a la universidad con cosas cortas, a veces no tengo más opción que hacerlo. 

En fin. En pocas palabras, estaba jodida.

O eso creía. 

En un rápido movimiento, estaba contra la pared, con el cuerpo de dios griego de Joseph aprisionando el mío. Tomó mi cintura con sus grandes manos y me obligó a mirarlo a los ojos. Justo en ese momento me di cuenta de que estábamos a escasos milímetros de rozar nuestros labios.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.