Vi el final desde el principio

V. El dibujo del puente

El sol de la mañana se cuela por las rendijas de las cortinas. Rhys despierta con la sensación de haber dormido sin sueños, pero con el peso de uno sobre el pecho. A su lado, Lía duerme de lado, el cabello revuelto, respirando con suavidad. No se han tocado en toda la noche, pero hay una cercanía que ya no es del todo ajena.

Rhys se incorpora, camina hasta la ventana y corre un poco la cortina. El cielo está gris otra vez.

—¿Te vas a quedar ahí parado todo el día? (dice la voz de Lía, suave, detrás de él).

Él gira. Ella se sienta en la cama, abrazando sus rodillas.

—No lo sé (responde).

—¿Siempre contestas así?

—¿Siempre haces preguntas con trampa?

Silencio. Pero no uno incómodo. Uno que dice: empezamos a conocernos y no sabemos si queremos eso o no.

Lía se pone de pie, camina hacia la cocina. Él la sigue.

Ella saca café, pero lo hace sin apuro, como si estuviera en casa.

—Mi papá llegó esta madrugada (dice, sin mirarlo).

Rhys frunce el ceño. Ese nombre pesa, aunque no lo sepa.

—¿Y eso es bueno?

—No lo sé. No se enoja fácil, pero cuando lo hace, el mundo entero se lo toma personal.

Ella apoya las manos en el mesón.

—Está molesto conmigo porque no he seguido el “plan”. Quería que hablara con alguien... una persona que estuvo relacionada con mi hermana. Pero no sé si quiero saber más. A veces las verdades... no arreglan nada.

Rhys siente cómo un nudo se le sube a la garganta, aunque no sabe por qué.

—Tal vez no estás lista (dice).

—¿Y tú? ¿Estás listo para lo que sea que te persigue?

Rhys la mira. Demasiado directo. Demasiado pronto.

—Yo no tengo nada que me persiga.

Mentira.

El sonido del café burbujeando rompe la tensión.

—Me iré en un rato (dice ella). —Quizás no pueda venir por unos días.

Él asiente. No le pregunta por qué. Pero le duele. Aunque no debería.

Cuando ella sale del baño, ya vestida, lo encuentra aún en la cocina, inmóvil.

—Gracias por dejarme quedarme.

—Gracias por no preguntar por qué estoy hecho mierda.

Ella sonríe. De medio lado. Como si ambos entendieran el idioma del dolor.

Antes de irse, se detiene en la puerta.

—¿Sabes qué me gusta de ti?

Rhys niega con la cabeza.

—Que no intentas rescatarme. Solo estás.

Y se va.

Rhys se queda solo. Pero ahora, la soledad tiene otro sabor.

Unos minutos después, la voz de Asher rompe el silencio.

—Eso fue... intenso.

Rhys gira. Está sentado sobre el respaldo del sofá, como si siempre hubiera estado ahí.

—¿Qué quieres ahora?

—Solo ver si ya te decidiste a destruirte... o a sobrevivirte.

—No estoy de humor para tus frases de póster deprimente.

Asher sonríe, pero su mirada es seria.

—Recuerdas algo, ¿cierto?

Rhys no responde.

—Algo en ese puente...

Rhys cierra los ojos.

Y entonces...

Flashback

Noche. El puente. El viento sopla como si intentara decir algo.

Emily está sentada en el borde, mirando al agua que fluye lenta, espesa.

Rhys se detiene a unos pasos. No quiere acercarse demasiado. Algo en ella... da miedo. Algo en él... da miedo también.

—Emily —dice, apenas audible.

Ella no se gira.

—No deberías estar aquí.

—Tú tampoco.

Silencio.

—¿Por qué me pediste que viniera? (pregunta él).

—Porque nadie más vendría.

Eso le duele. Aunque no debería. Aunque no es verdad.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Que te salve otra vez?

—No vine para que me salvaras, Rhys.

Ahora se gira. Sus ojos brillan de algo más que la humedad del río.

—Vine para que me escucharas.

—Entonces habla.

—Estoy embarazada.

Silencio brutal. El viento, el río, el mundo se detienen.

Rhys da un paso atrás. Emily lo nota.

—No es una trampa, si eso piensas. Ni siquiera estoy segura de si quiero tenerlo.

—¿Y por qué me lo dices?

—Porque quiero que sepas que, si me caigo esta vez, será por completo.

Rhys se pasa una mano por el rostro.

—No sé qué decir.

—No digas nada. Solo... no te vayas.

Ella se levanta, se acerca. Ahora están frente a frente.

—Tú también estás roto, Rhys. Pero al menos yo te veo.

Y entonces la tensión cambia. Se sienten al borde. No solo del puente. De algo más.

Él la toma del brazo. No con fuerza. Pero con miedo.

—Emily... no hagas esto.

—¿Esto qué?

—Esto de arrastrarme contigo.

Ella lo empuja. Él no la suelta.

La pelea aún no ha comenzado. Pero algo ya se ha roto.

Presente. Tarde.

Rhys está solo. Camina por la calle como si no supiera a dónde ir.

Cruza por un parque. En una banca, hay una niña pequeña sentada, sola, dibujando con crayones sobre un cuaderno. Nadie más.

Rhys se detiene. La observa.

La niña levanta la vista. Lo mira directo a los ojos.

—Te va a doler más si sigues mintiendo.

Rhys parpadea.

La banca está vacía.

Solo hay un cuaderno abierto, con un dibujo de un puente... y dos figuras cayendo.




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