El aire olía a encierro y miedo.
Asher arrastró una caja metálica hacia la puerta mientras Rhys intentaba romper las bisagras con una varilla oxidada. Cada golpe hacía vibrar el silencio. Llevaban horas en ese sótano. O días. El tiempo ya no importaba.
—¿Y si no hay nadie arriba? (murmuró Rhys sin detenerse).
—Entonces saldremos igual. Aunque sea a rastras.
La cerradura cedió de golpe con un crujido. Ambos se congelaron. Por un instante, todo quedó quieto. Luego, sin decir nada, Asher abrió la puerta y asomó la cabeza.
Un pasillo vacío. Luz apagada. Silencio.
Subieron. Lentamente. Rhys iba detrás, respirando apenas. El pasillo parecía más largo de lo que recordaba. Cada sombra era una amenaza. Cada rincón, una trampa.
—No hagas ruido (susurró Asher, girando hacia la sala principal).
Entonces, una voz.
—¿Pensaban irse sin despedirse?
Hale estaba ahí. De pie. Sosteniendo un arma.
Rhys se paralizó.
—Vas a quedarte quieto, Rhys. No quiero que esto termine mal —dijo Hale, apuntando directo al pecho de su amigo.
Asher lo entendió antes que nadie.
—¡Rhys, corre!
Rhys giró, pero en el mismo segundo Asher lo empujó con toda su fuerza. Un estallido seco llenó la sala.
Rhys cayó al suelo.
Asher no.
El cuerpo de Asher se tambaleó un instante antes de desplomarse.
Rhys gritó.
Gateó hacia él, pero Asher apenas pudo levantar la cabeza.
—No... te detengas... (dijo con dificultad. Tenía los labios manchados de sangre). —Haz que todo esto... valga la pena.
—¡Asher! ¡No me dejes! ¡No puedes dejarme solo! (Rhys lo tomó del rostro, temblando).
—Corre... (Dijo Asher con su último aliento).
Hale se acercaba.
Asher cerró los ojos. No volvió a hablar.
Rhys corrió. No miró atrás. No escuchó si Hale lo seguía. Solo corrió.
La noche lo tragó.
Minutos después, llegó a la estación de policía. Empujó la puerta. Intentó hablar, pero las palabras no salieron. Su cuerpo, al límite, se derrumbó frente a los oficiales.
Negro.
Días más tarde.
Rhys despertó en una camilla blanca. Un médico lo observaba con expresión seria.
—¿Recuerdas tu nombre?
—Rhys... (contestó en voz baja).
—¿Recuerdas lo que pasó?
Silencio.
—Parece que sufriste una amnesia por un evento traumático. No tienes heridas graves, pero... perdiste fragmentos de memoria.La policía dice que vivías solo. No encontraron familiares.
Rhys asintió, aunque no entendía del todo.
—Tu novia fue encontrada muerta hace unos días (añadió el médico, con delicadeza).
Rhys no respondió.
Por dentro, algo se había roto. Pero no sabía qué.
Durante los días siguientes, caminó por la ciudad como un extraño. Nadie lo reconocía. Y cuando alguien sí lo hacía, bajaba la mirada.
Había susurros.
Había miedo.
Y había vacío.
Una mañana, sin avisar, empacó una mochila y se fue.
Tomó un bus al primer lugar que vio en el cartel de la estación.
No dejó notas.
No dijo adiós.
Ese mismo día, los policías tocaron a la puerta del edificio donde vivía.
—Venimos a informarle que el cuerpo de su amigo, Asher, fue encontrado anoche en el sector industrial.
El apartamento estaba vacío.
FIN DE LOS FLASHBACKS