Viajando con un fantasma

Un viaje inolvidable

Ramiro y yo, sentíamos la admiración de los demás compañeros de viaje, al ver que estábamos tan felices.   Parecíamos una pareja de recién casados.

  • Que bien.
  • Pero en el viaje, algunos de los  pasajeros comenzaron a sentirse mal, algunos estaban mareados, otros sentían que sus cabezas estallarían en mil pedazos. Yo temía que Ramiro, (por su hipertensión) también sufriera algún malestar.  Pero afortunadamente ni él ni  yo sentimos nada extraño. Pero mi temor se agudizo cuando el chofer del micro comenzó a sentir mareos. Tuvo que detener el micro en un paraje desolado y muy poco transitado.

Entonces yo me pregunté ¿qué va a suceder ahora? ¿Quién va conducir?

¿Cómo llegaremos a destino?

  • No me asustes, quiero suponer que nada malo sucedió.
  • No, no  por fortuna todo fue sólo un mal momento. Después de una media hora de espera y gracias a unas pastillas suministradas por un doctor que también viajaba con nosotros, todos se repusieron y continuamos el viaje. Pero no sabes mi desesperación, de sólo pensar que podríamos haber quedado allí, sin ningún auxilio, sin comestibles. ¿Qué podíamos hacer?
  • Bueno, pero ya estás de nuevo en casa, y todo está bien.
  • Sí, gracias a Dios, ya estamos en casa. Bueno Silvia no te entretengo más, quiero que un día de estos vengas por casa a ver las fotos.
  • Bueno en cualquier momento estoy por allí. Espero que me invites a tomar un

rico té.

  • Sí, claro cuando quieras. 

Yo no veía nada extraño en este relato, hasta que conocí a Amelia.  Estaba en casa de Silvia, cuando suena el teléfono.  Era ella, que llamaba, para invitar  a Silvia a tomar el té.

 Silvia le comentó que estaba con una amiga, que si no le parecía mal lo dejaban para otro día.

 Fue entonces cuando Amelia, también me invitó. Partimos en el auto rumbo a la casa de Amelia.

Al entrar tuve la sensación de estar en una sala de exposiciones; todo en perfecto orden, nada fuera de lugar.  El brillo de los muebles, la pulcritud de las paredes, el perfume a jazmines, le daban a aquella casa la calificación de soledad.

Durante el té, Amelia no hizo más que hablar del viaje, mientras mostraba las fotos y recordaba aquel penoso viaje hacia Valencia.  Todo parecía tan normal, como común.

Un matrimonio, ya maduro, sin niños traviesos en la casa. De qué otra manera podía ser.

Claro que con mi forma de ser, para mí sería imposible tener tanto orden. Pero había algo en las fotos que me llamó la atención. En ninguna foto  pude conocer al famoso Ramiro. Supuse que él estaba encargado de sacar las fotos,  por está razón no hice ningún comentario mientras mirábamos el álbum.

Después de tomar el té y ver el álbum, con más de 300 fotos, de toda España, decidimos ir a dar un paseo, como para pasar el tiempo.  Hablamos de muchas cosas, de nuestros años de juventud.  De aquel amor imposible de Silvia, cuando era estudiante y se había enamorado perdidamente del profesor de literatura. De los paseos por la alameda en tardes de primavera. Lo extraño era que Amelia hablaba muy poco e aquella época. Y cuando lo hacía era sólo para recordar cuando Ramiro,  pidió su mano, (por que en aquellos tiempos todavía se pedía la mano; era todo un acontecimiento  familiar). La familia reunida alrededor de la mesa. Papá en la cabecera, mamá a su lado y el resto........

Siempre había alguna tía solterona, que formaba parte de este consejo de familia.  Era la que siempre daba una opinión fuera de lugar, pero bueno era la tía Mechita, había que escucharla. A pesar de que ella nunca tuvo novio.

Lo de Amelia era obsesivo, no hablaba de otra cosa que no fuera Ramiro. Ya estaba un  poco harta de escuchar siempre lo mismo. De manera que me despedí de las dos y regrese a mí casa. No sin antes  planear otro encuentro con Silvia.

Habían pasado cinco días cuando me entero por Lucrecia, que Silvia estaba  full time con Amelia, que había sufrido una especie de crisis nerviosa.  Pero que gracias a Dios, ya se estaba recuperando.

Ni bien deje de hablar con Lucrecia, llamé por teléfono a Silvia, quien me contó algo de lo ocurrido. Antes de terminar la charla prometió pasar por casa para contarme mejor la historia. Qué a está altura de las cosas, se ponía más que interesante.

  • Hola, ¿cómo estás?
  • Yo estupenda, pero veo por tu cara, que vos no  podes decir lo mismo. Se te ve muy cansada.
  • Sí, lo de Amelia esta vez me supero.
  • Pero qué le sucedió, ¿por qué tuviste que cuidarla vos? Y no su Ramiro del alma.
  • ¿ténes tiempo? Está es una historia algo larga y muy secreta. Si se entera

Amelia que te lo cuento me mata.

  • ¿tan grave y oscura es?
  • Para mujeres como Amelia, sí.



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En el texto hay: locura, amistad, realidades dificiles de aceptar

Editado: 08.09.2020

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