El adíos
Por favor no des más vueltas, estoy impaciente por saber.
Bueno, está bien, paso a contarte. Resulta que Amelia, siempre fue una mujer muy minuciosa, digamos que tal vez demasiado prolija para mi gusto.
- Y eso que tiene de malo. Aunque yo opino lo mismo, no soporto tanto orden.
- Escucha y después opina
- Está bien escucho.
- Tenía dieciséis años cuando se puso de novia con Ramiro, él creo que tenía veinte o veintiuno, no recuerdo bien. Pero eso no tiene importancia. Bueno, estuvieron de novios tres años.
- ¿fue su primer novio?
- Sí, no hubo otro hombre en su vida.
- ¡qué horror!
- ¿Puedo seguir?
- Sí
- Los primeros años de casados fueron maravillosos. Su casa, era como ahora, de exposición. Cuando quedo embarazada, parecía la única mujer en el mundo en estado de gracia. Solía decir que nadie podía sentir lo que ella estaba viviendo. El estar esperando un hijo del hombre de su vida, de ese ser como ella lo definía ¨ fuera de serie ¨, era poseer el universo a sus pies. Y nació María Sol, que como lo dice su nombre fue y es un sol para Amelia. Pasaron los años y todo parecía sonreírle. Pero ocurrió lo inesperado. Ramiro era un hombre muy apuesto casi un modelo y su trabajo en el banco lo hacia más interesante.
- Hhhhuuuuummmmmmm, ya me estoy imaginando algo.
- No lo creo, esto nada tiene que ver con las cosas normales.
Bueno sigue.
Como te decía, Ramiro era el anhelo de muchas mujeres, era esa fruta prohibida que todas querían saborear. Pero él siempre tan correcto, tan fiel.
Hasta que un día.......
- Viste, yo sabía, se fue con otra.
- Por favor escucha y después opina.
- O.k. no interrumpo más.
- Ocurrió lo menos pensado. Al banco llegó Luís, un chico muy jovencito y muy bien parecido. ¿No te acordás de él?, aquel chico, alto, delgado, de cabello rubio y ojos verdes.
- No, creo que no. ¿Cómo me lo perdí?
- Ay, ay, vos siempre igual. Bueno resulta que un día, Ramiro llega a su casa muy extraño, como ausente. Amelia, no sabía que había hecho mal y tampoco sabía como preguntarle que le sucedía. Y opto por no preguntar nada, sólo esperar que todo volviera a su normalidad. Pero los días pasaban y Ramiro llegaba cada vez más tarde a casa, y solía estar de mal humor, algo que jamás antes había tenido; ya llevaban así como un mes. Cuando una noche ve con mucho estupor, que Ramiro estaba preparando las maletas.
Pensando que debía realizar algún viaje de trabajo le pregunto.
- ¿ténes que viajar por alguna auditoria? ¿te llamaron de casa central?
- Nada de eso, respondió Ramiro, (con indiferencia). Me marcho de casa. Me voy.
- ¡NO!. Fue el grito de asombro y desesperación de Amelia.
- Si. Y no pidas explicaciones, que no voy a darte. Sólo diré que lo nuestro termino, que ya no te amo.
Ramiro, ¿quién es ella?
No hay ninguna ella, tan sólo me marcho porque ya no te amo.
Esas fueron sus últimas palabras, tomó sus maletas y se marchó. Amelia entre llanto y desconcierto no supo que hacer y sólo atinó a llamarme por teléfono, cuando me lo contó, yo tampoco podía creerlo.
Pero cuando fui a su casa y Amelia me mostró los placares vacíos y su rostro desencajado, demacrada; comprendí el horror que estaba viviendo mi querida amiga.
- Amelia, debes tratar de reponerte, sumida en la desesperación no lograras nada, por el contrario ténes que tener tú mente y tú corazón en paz, para lograr ver con claridad la solución a todo esto que hoy parece irreversible. – le dije no muy convencida de lo que estaba diciendo.
- Cómo me podes decir que piense con claridad, si ni siquiera se quién es mi rival.
- De qué te serviría saberlo, pienso que lo mejor es esperar.
- Si lo supiera, por lo menos sabría que armas usar para recuperar a mi marido.
- Esta bien, juntas trataremos de averiguar quién es la rival.
Vinieron días muy difíciles para Amelia y para mí. Que estaba envuelta en está historia sin quererlo.