Viajando con un fantasma

Solo quise ayudar

 

Sin saber porque, o tal vez pensando que mi intervención podía ayudar a esta pobre mujer y también a mi amiga Silvia, dije muy despreocupada.

  • Amelia, es hora de que enfrenes la realidad. Ramiro no vendrá hoy almorzar, no volverá jamás.   

Silvia, se  puso pálida, quiso destruirme con la mirada. En cambio Amelia, me miró con sus grandes ojos negros y con voz muy suave y serena me contesto.

Ya lo sé. Hace muchos años que su cuerpo se marchó de mi lado. Pero su alma, su espíritu, están aquí, en esta casa, conmigo. Sé que no tengo su cuerpo. Pero tengo lo más importante. Tengo mi amor por él. Tengo su amor.

  • Eso no es cierto. Él se marchó llevándose su amor.  – muy segura me animé a responder -  mientras Silvia me miraba aterrada.

       Amelia, no quiero que me mal intérpretes, pero realmente me pone muy mal verte así. Creo que no mereces seguir torturándote. Ramiro te jugo una mala pasada, debes olvidarlo, comenzar una nueva vida sin él. ¿Por qué no dejas está casa?, que sólo te provoca dolor.

  • No es dolor lo que me provoca; si pudieras entender. Yo fuera de estás paredes, no vivo, no soy nada. Aquí está Ramiro  y mi deber es estar junto a él.
  • Veo que todo lo que diga será inútil. Lo siento, sólo pretendía ayudar. Pero es imposible luchar con los fantasmas.
  • ¿fantasmas? Ramiro no es un fantasma. Él es mi vida.

Silvia, al ver que la conversación se tornaba cada vez más tensa, decidió darle un corte. Y mirándome muy fijo a los ojos dijo:

  • Creo que continuar con esto no sirve de nada. Es mejor que dejemos sola a Amelia; se nota muy cansada y no creo que sea conveniente seguir hablando.
  • De acuerdo. – dije con bronca y resignación. Me sentía impotente,                                quería hacer algo por ella, ayudarla a ver la verdad, pero todo era en vano.

Amelia, no aceptaba su verdad.

Sólo me limite a darle un fuerte apretón de manos.

Nos marchamos. En el viaje de regreso a casa ninguna de las dos dijimos una palabra. Pero en el ambiente se sentían los reproches de Silvia. Fue por eso  que antes de bajar del auto dije:

  • Silvi, yo sólo pretendía ayudar. Nunca fue mi intención ponerla peor.
  • Lo sé, pero creo que aún no era el momento.

Nos despedimos, sin hacer más comentarios



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En el texto hay: locura, amistad, realidades dificiles de aceptar

Editado: 08.09.2020

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